miércoles, 15 de agosto de 2012

Delicious Demon



Muchos dirán que Islandia es una economía de tamaño ínfimo. Que su población está homogéneamente bien educada y nutrida. Que tienen un Gini de 25 y un per caíta de 43.000 USD. Que tiene energía geotérmica barata para sus necesidades. Largo etcétera al que podemos agregar Bjork, Gus Gus, Sigur Rós y la escena musical de Reikiavik.

Aún así los islandeses han dejado al mundo estupefacto con su respuesta a la crisis. Los ciudadanos y la clase política entendieron una distinción básica: una cosa son los bancos y otra los banqueros. A esos los sacaron de sus escritorios y los llevaron a la justicia. La moneda local se devaluó un 80%, eligieron a una lesbiana de 65 años (ex azafata) como primer ministro y hoy mire donde están.

Los islandeses no solo decapitaron directorios y gerencias. Los bancos debían 10 veces el PIB en moneda extranjera. Para recapitalizarlos y sostener la moneda, pidieron ayuda al FMI. Hicieron lo mismo y todo lo contrario que el resto. Hoy el FMI tiene el 65% de sus recursos comprometidos no para ayudar a precarios países tercermundistas, sino para salvar a naciones europeas de nivel de vida alto. Islandia es el único que tiene contentos tanto al FMI como a sus propios ciudadanos.

La receta es hetero y ortodoxa a la vez: megadevaluación, juicio al banquero sociópata, estado de bienestar y ayuda multilateral. Como resultadocrecieron las exportaciones (básicamete aluminio y productos pesqueras), la gente pudo seguir consumiendo y el Estado volvió a recaudar. Es de Perogrullo, pero lo hicieron.

Claro, dirán los picados, los islandeses son más productivos que el español promedio. Es una economía tan chica que se puede dar el lujo de imponer controles de capital. ¿Se imaginan si lo hubiese hecho Estados Unidos? Además que los finlandeses pudieron mantener su seguridad social porque el Estado debía menos, mucho menos que España o Grecia… Son los matices del caso.

El más importante es político: la señal de castigar la irresponsabilidad financiera. El riesgo moral fue eficazmente tergiversado en Estados Unidos y Gran Bretaña con la monstruosidad del too big too fail. Por cierto que los bancos demasiado grandes no podían quebrar en 2008, pero sus directivos debieron haber pagado, al menos, parte de la cuenta. Y sus miles de conflictos de intereses desguazados y revendidos por partes. Como dice el poema de Poe: nevermore.

Hoy la cuenta del banquero la paga la gente de a pie. La champagne, los aviones y las putas. El convertible del año. El arte contemporáneo. ¿Cuánto vale ese diputado?

Insensible a cualquier cosa que no sean los latigazos de su dominatrix alemana, el pío Mariano Rajoy empuja a sus ciudadanos a la penuria y el via crucis. Al carajo cientos de miles de extranjeros que vinieron a entregar sus brazos a la construcción de palecetes y resorts aspiracionales en toda España. Que se sumen a los perdedores que rebuscan entre los desechos del Corte Inglés. Qué echen raíces esperando que los atienda alguien en el hospital. Ahí está, según El País, el colombiano Carlos, que padece de esquizofrenia. España no le da atención médica, y su gobierno tampoco está apurado en repatriarlo. Eso es maldad.