miércoles, 30 de noviembre de 2011

Por si se Acaba el Mundo




No sé por qué la primera imagen que se me viene a la mente con la crisis europea es Raffaella Carrá. Según Umberto Eco, la base electoral de Berlusconi son los adultos mayores que ven televisión, los millones que siguen los shows de variedades de la diva italiana y no se pierden cada vez que la RAI repite alguna película picaresca con Alberto Sordi. Es la imagen de una Italia idealizada, sin inmigrantes, sin crisis demográfica ni fiscal. Estaban las Brigadas Rojas, la inflación de dos dígitos, la vieja lira que ni los mendigos aceptaban al otro lado de los Apeninos, pero en fin: todo tiempo pasado fue mejor. Con sus cirugías pláticas y su priapismo de emperador romano Cinecittà-style, Berlusconi encaraba ese sentimiento.

Por estos días discutíamos con mi amigo y colega Rodrigo Lara acerca de si la crisis es producto del Estado de Bienestar. Por cierto, no me sumo a la Doctrina de Shock como la entiende Naomi Klein: esos zarpazos de puma que le permitieron al neoclasicismo económico tomarse la política, responsabilizar a los sindicatos de todos los males del mundo y proceder a la financiarización desregulada de todo lo existente.

Sí creo que la democracia social y el Estado de Bienestar están en una crisis fundamental en una serie de países europeos (casi todos) que cumplen con al menos uno de los siguientes requisitos.

1. Viejos imperios coloniales desindustrializados, pero que conservan importantes aparatos de defensa.

2. Países que financiarizaron con deuda pública sus brechas de productividad y sus tasas de dependencia demográfica (jubilaciones).

3. Países que ya no tienen banco central.

4. Países que dejaron de ahorrar y se lanzaron a furiosas especulaciones inmobiliarias.

5. Países que soportan altos niveles de corrupción administrativa.

6. Países periféricos donde además se dieron los puntos 2, 3, 4 o incluso 5.

Estos seis puntos abarcan a casi todo el continente. Y las excepciones son llamativas:

1. Alemania, el único que conserva una base industrial, con saldo de productividad positivo y competitividad al alza gracias a la moneda única.

2. Países escandinavos que aún conservan sus monedas nacionales, tienen petróleo como Noruega y fueron muy cautelosos a la hora de financiarizar (Suecia, Dinamarca).

El rumor que corría hoy es que los bancos europeos estuvieron a punto de quebrar anoche. Lo sostiene un columnista de Forbes, cuyas opiniones hay que tomar con distancia. En cualquier caso algo grave debe haber motivado la acción conjunta de los principales bancos centrales del mundo para aumentar la liquidez del sistema. Sí, mientras usted dormía, los teléfonos sonaban sin parar entre Tokio, Washington y Frankfurt. Como cantaba Raffaela: por si acaso se acaba el mundo…

martes, 29 de noviembre de 2011

¿Déspota o Mayordomo?




Un lugar común en todas las novelas y películas cuyos personajes son inmigrantes griegos es cierto chauvinismo de baja intensidad. Diálogos tipo:

-Ah, la democracia, los griegos inventamos la democracia…

-Sí, papá, y también la hipocondría.

-Y la aracnofobia.

Por cierto, economía también es una palabra de origen griego. Viene de oikonomos, aquel que se ocupa del hogar. Era una suerte de mayordomo que se encargaba de llenar la despensa, mantener en orden a los esclavos, etc. El verdadero jefe, el patriarca, era el despotes. Aristóteles los distingue a ambos, y los pone en una esfera inferior al politokos, el tipo que se aboca a los asuntos públicos. El mero mero.

El ecónomo sobrevivió al colapso del mundo helénico y latino con la iglesia católica. El ecónomo pasó a ser aquel sacerdote que se encargaba de los asuntos domésticos de la parroquia o de la diócesis. Y quizá lo habría seguido siendo de no intervenir la reforma protestante y, probablemente, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Adam Smith. que de niño fue secuestrado por los gitanos, acuñó el término political economy. Nacía así el economista clásico, un filósofo social que estudia la riqueza de las naciones.

El economista-político siguió siendo una figura relativamente marginal en la ciudad letrada, ubicado varios peldaños por debajo del jurista-legislador. Smith y Ricardo precisamente viven quejándose del poco caso que hacen los políticos-políticos a la joven doxa económica. Marx pensaba lo mismo y decidió cortar por lo sano: el único camino para el triunfo de la economía-política era sublevar a los obreros.

No contaba con el advenimiento de los neoclásicos. Esta nueva generación de economistas abjuró de la molesta mitad “política” al mismo tiempo que tomaba la política por asalto. No fue con los obreros sino con los empresarios y los grandes bancos, la Heritage Foundation y la Universidad de Chicago; con Thatcher, Reagan y la dictadura chilena. Así, en 2000 y pocos años, el economista había pasado de mayordomo a déspota. Reduciendo el Estado, financiarizando la vida, apalancando el medio ambiente.

La crisis que se inició en Grecia, primero como comedia, luego como drama y ahora como tragedia, es una buena oportunidad para que la economía vuelva a sus orígenes. Desde hace treinta años los economistas o son los déspotas de la polis, o bien se ha dedicado a desarrollar modelos cada vez más complejos de valoración de activos. Ingeniería balística (rocket science) para la financiarización del mundo y de la vida. No estaría mal que volvieran a preocuparse seriamente de asuntos como alimentar al mundo sin acabar con los recursos naturales. Cosas del hogar.



domingo, 27 de noviembre de 2011

América Latina




A primera vista América Latina es un himno nacionalista-populista, una especie de Canto General Reloaded, visibilizado y retransmitido a la velocidad de las redes sociales.

Pero es mucho más que eso.

La letra, inspirada como todas las de Calle 13, opera como un llamado, un relato de la identidad, pero también como demarcación, el trazado de una frontera entre lo económico y lo ético. Por una parte celebra la trampa de Maradona como triunfo antiimperialista, por otra afirma que el capitalismo no puede comprar la vida. Una afirmación valerosa, cuando no temeraria, en un mundo donde la economía financiera supera con creces a la economía real: las deudas son varias veces los salarios, los contratos futuros son más que todas las materias primas que produce el planeta.

Desde el siglo XVI la vida no ha dejado de financiarizarse, con distintas velocidades y alcances. Ya en ese entonces la corona española empeñaba sus flujos de oro y plata de América. Los banqueros holandeses y genoveses la adelantaban el dinero que aún no salía de las minas de Potosí (a un 30% de interés) para que el piadoso Felipe II pudiese financiar sus palacios y sus guerras de religión.

Es un lugar común decir que el neoliberalismo ha privatizado el agua, pero la verdad es que esto ocurrió mucho antes. Napoleón III fue el primer gobernante en licitar la gestión del agua a una empresa privada, en este caso una filial del Crédit Leyonnais. Hoy esta multinacional (rebautizada como Suez) ha extendido su modelo de gestión a gran parte del mundo. El agua es escasa y la lluvia no se puede comprar, pero Suez sabe cómo manejarla y crear valor para sus accionistas.

Las vidas no se pueden comprar, pero si hipotecar y financiarizar. Si una empresa uruguaya produce 10.000 calzoncillos mensuales, y para ello emplea a 50 personas, esos 50 sueldos se pagan a través de un banco dispuesto a adelantarle al trabajador el equivalente a varios meses de salario para que se compre un plasma. O sea que, mensualmente, no se generan solo 10.000 calzoncillos y 50 sueldos, sino tantos como el sistema financiero pueda (y esté dispuesto) a multiplicar a través de sus distintos instrumentos. La educación está financiarizada desde el momento en que las instituciones (tengan o no fines de lucro) hacen esta misma operación con las matrículas y mensualidades que pagan los alumnos. Y lo mismo la salud y la vejez.

La diferencia entre un país como Angola y otro como Chile radica en que, en Angola, estas operaciones no tienen lugar, o su proporción frente a la economía real es aún bajísima. No existe en África un mercado en torno a la posesión de la tierra, salvo allí donde existen recursos naturales de interés para las multinacionales brasileñas o chinas.

En otras palabras, nuestros niveles de vida actuales se construyeron sobre esta multiplicación mágica (no existe otra palabra) de nuestro valor económico como generadores de algún tipo de producto físico o simbólico, una operación que consiste en traer al presente lo que produciremos a futuro. ¿De qué otro modo, si no, seríamos capaces de construirnos casas, desplazarnos en vehículos alimentados con combustibles fósiles, abordar aviones y viajar 12 mil kilómetros hacia el otro rincón del mundo? Un estudiante universitario es un flujo de fondos, lo mismo que un enfermo de cáncer o la cuenca de un río. Activos y pasivos que se traspasan, un spread que alguien capitaliza.

Y en cuanto a la política, la actividad que supone debiera arbitrar estos procesos, es sintomático que los grandes discursos ya no provengan de los propios políticos, sino de cantantes como René Pérez, alias Residente.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El Asteroide de la Deuda




Hace 15 años Jean Baudrillard escribió un texto visionario sobre la deuda. Fue a mediados de los noventa, cuando las estatuas de Lenin se habían desmoronado en todo el mundo y los teóricos se apuraban en levantar teorías del fin de la historia. Baudrillard, que ya dudaba de la guerra del Golfo, tomó dos imágenes: la del contador electrónico de Times Square, en Nueva York, que indicaba el incremento de la deuda nacional estadounidense, y la del centro Pompidou en Paris, que contaba los minutos que faltaban para el año 2000. El contador de Nueva York no paraba de subir. El de Paris disminuía. Uno era un plazo, el otra una promesa. El plazo se cumplió (como tenia que ser) pero la promesa no.

Decia Baudrillard que la deuda era un universo paralelo, completamente descentrado e independiente del mundo real, porque las grandes deudas, la de los Estados y de las multinacionales, nunca se paga, se renegocian, se refinancian, se chutean a dos, tres, cinco años, al infinito y más allá. Parece ridículo pero así funciona el mundo, así se construye el ahorro previsional, las pólizas de seguro. Su AFP recoge su cotización, la junta con todas las demás y compra activos en el mercado. Y si usted tiene que jubilarse, las vende.

“If time is counted [si le temps nous est compté], the missing money is beyond counting [au-dela de toute comptabilité]… There will be no judgment day for this virtual bankruptcy…”

Es cierto mientras los acreedores no cobren al mismo tiempo. El problema que el filósofo francés no vio, en el mundo de la levedad posmoderna de aquel entonces, es que las deudas interconectadas entre un país y otro eran una bomba de tiempo. Porque si existe un día del juicio para la bancarrota virtual del sistema: la pérdida de la confianza. Las deudas de un país chico tenían el poder de arrastrar a las de otro más grande. Y así quebraron Tailandia en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999 y las Punto Com de marzo de 2001. Pero para que estas deudas impagables no reventaran a sus acreedores (los bancos, los fondos de pensión y, finalmente, usted), el principal Banco Central del mundo comenzó a regalar dinero. “Refinancien sus deudas”, decía Alan Greenspan en aquel entonces. Y que siga la fiesta. Era el tiempo de las raves y de la música tecno...

Pero cuando las deudas hipotecarias de EE.UU. fueron insostenibles, siete años después, ya no fue tan fácil sacar conejos del sombrero. Se evitó una corrida bancaria pero se socavo la fe pública. Se ganó tiempo, y ahora el tiempo se acabó. La deuda ya no es el universo paralelo de los tiempos de Beaudrillard, sino un asteroide que se devuelve directo al corazón del sistema. Hay que pagar al menos una parte, pero el chanchito está vacío.

Un sitio de finanzas español ha hecho la colosal tarea de ilustrar quién le debe a quién y cuánto, en un entramado del que dependen los ahorros, las jubilaciones y las pólizas de seguro de cada uno de nosotros. EE.UU., por ejemplo, debe 5 billones de Euros, 1/5 de los cuales esta en poder de inversionistas británicos. Estos, a su vez, deben 3,6 billones, cifra monstruosa para un país que tiene una población significativamente menor. Italia debe 1,2 billones, principalmente a Francia.

El mapa de las deudas tiene el doble mérito de ilustrar el mapa de poder. Alemania y Francia están en un pie relativamente equilibrado porque sus deudas están cruzadas y a un monto similar (el saldo es levemente positivo para Francia).

El tiempo corre contra Europa tal como en la metáfora de Beaudrillard. Y la razón es la siguiente. De los casi 1.200 millones que debe Italia, 307.000 millones vencen el próximo año. Como no los puede pagar, tiene que refinanciarlos. Eso significa que la única manera de pagar un bono, digamos, por100 millones, es emitir otro bono. Pero ahora los mercados ya no confían en Italia y le cobran más por prestarle: Monti y su equipo de tecnócratas de la Universidad Bocconi tendrán que emitir un bono por 110 millones para recaudar 100 y usar la plata para pagar el bono interior. Multiplique ese diferencial de 10 puntos por 3.000 y se hará una idea de cuánto tiene que pagar Italia solo en intereses para seguir funcionando como país.

Y así con España, Portugal, Grecia, Irlanda…

Todo el nivel de vida europeo, el Estado de Bienestar, las vacaciones, las casas de veraneo, la salud y la educación, el caviar y la farándula, se basa en deuda, y por primera vez ese acreedor implacable que es el tiempo ha venido a cobrar lo suyo. Baudrillard tenía razón al señalar que la bancarrota virtual era el discurso implícito de la época. El de ahora es que las pérdidas de los bancos y la bancarrota de los estados es la de los ciudadanos: adiós pensiones, adiós subsidios, adiós museos y festivales de ópera. Por eso muchos están en la calle.