lunes, 16 de abril de 2012
El Crucero del Amor
El vuelo partió con 10 horas de retraso. Los pasajeros armaron tal escándalo que terminé huyendo de sus gritos y refugiándome en el bar del aeropuerto. Pero en fin, al menos llegué a Puerto Vallarta y durante el viaje pude ver The Inside Job, repetírmela y tomar nota de los nombres y apellidos de los genios de la física que crearon dinero artificial con los derivados financieros y se lo repartieron a ellos mismos mediante bonos y compensaciones que los directores aprobaron sin chistar. También les llegaba.
Escandaloso, oprobioso, sin nombre. El ministro de hacienda que antes de asumir fue director de un fondo de inversiones, el académico que hacía papers financiado por los especuladores y asesora al gobierno para borrar de un plumazo todo rastro de la palabra regulación. Un verdadero circo romano de aviones privados, yates y escorts.
Ahora estoy en Puerto Vallarta, estado de Jalisco, Estados Unidos Mexicanos, sin maleta, con la misma ropa de hace 72 horas, buscando sustituir las prendas perdidas por otras nuevas en la tienda de departamentos de nombre Liverpool. Justo al frente está el malecón donde, como me recuerda Gonzalo León, recalaba El Crucero del Amor.
Ahí mismo se inaugurará, dentro de pocas horas el World Economic Fórum Latin America, cuyo lema es “comprometidos para mejorar el mundo”. Loable labor.
El subtexto de hoy es que el mundo está mal. Que muchas certezas se vienen abajo. En Noruega un asesino serial se declara inocente y afirma haber asesinado a decenas de personas en defensa propia. En España una generación completa está arruinada y sus gobernantes muestran más firmeza para defender una empresa petrolera. Mañana estará Mariano Rajoy acá, y seguramente no escatimará palabras contra la perfidia de Cristina Fernández.
Los pasajeros del Crucero del Amor erran matrimonios maduros, que peleaban y lloraban, sanaban sus heridas y se reconciliaban antes de descender en tierras mexicanas. Eran otros tiempos.
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