martes, 11 de agosto de 2009
Decadencia
Mientras nuestro gobierno lanza la campaña por el respeto, para contrarrestar la rampante ordinariez con que nos tratamos en el espacio público, el gobierno británico urge a sus ciudadanos a vivir mejor.
Change4life es el encabezado, e insta a los súbditos de Elizabeth Regina a “comer bien, moverse más, vivir más”. ¡Cómo estarán de flojos! Según un estudio reciente de la ONG Nuffield Health, 1 de cada 6 británicos prefiere seguir viendo un programa televisivo que no le gusta, antes que pararse y cambiarlo en caso de que el control remoto no esté a mano, o se haya echado a perder.
... 6 de cada 10 prefieren tomar el ascensor a subir dos pisos.
...la mitad de los que tienen perro no lo sacan nunca a pasear
... Dos tercios llegan demasiado cansados para jugar con sus hijos.
... El 73% de las parejas dice no tener la energía suficiente para… tener sexo.
Comida preparada, control remoto, compra por Internet, sexo virtual… El modelo funciona de maravillas: si no cómo entender que, en vez de cuestionar un sistema escandalosamente corrupto y mal gestionado, los británicos y los europeos se inclinen por la derecha política…
jueves, 6 de agosto de 2009
Pena de Muerte o el Amanecer de los Muertos Vivos
Es como una conjunción astral. Calendario electoral + crimen horrendo = zombis con sus brazos estirados, su caminar sonámbulo, sus ojos en blanco, clamando "¡Venganza!, ¡venganza!"
La pena de muerte sirvió durante muchos siglos como mecanismo regulador de la natalidad. En la Europa medieval el verdugo era un funcionario municipal. Se condenaba a muerte por homicidio, brujería, herejía, sodomía, blasfemia y traición, parricidio o matricidio. En época de revuelta popular, su aplicación de multiplicaba...
Las ejecuciones eran públicas, ritos fundamentales, y se aplicaba sobre el cuerpo con extremo rigor. En Inglaterra, en Francia, los criminales eran descuartizados, quemados, lacerados con pinzas, y la gente aplaudía.
En Estados Unidos, entre 1890 y 1960 unas 5.000 personas, en su mayoría negros, fueron linchados hasta la muerte por hordas de buenos ciudadanos ultrajados. Algunos serían culpables y otros no...
La historia de la pena de muerte es, precisamiente su circunscripción paulatina a los crímenes "calificados". O a los más políticos, como el espionaje o la traición en tiempos como la Guerra Fría. Y siempre condicionada a la facultad de indulto del jefe de Estado.
Reintroducirla es abrir la caja de Pandora y alimentar un sentimiento muy caro al "buen ciudadano": la otredad del homicida. Es, según este ciudadano sin defectos, un sujeto ajeno a nosotros y debemos eliminarlo como se elimina un perro con rabia: por profilaxis. Lo contrario es aceptar que el criminal, el homicida radical, es una producción nuestra, de la sociedad que hemos construido, del sistema económico que avalamos todos los días con nuestra pasividad.
lunes, 18 de mayo de 2009
Junten Agua
A medida que crecemos y nos civilizamos, los recursos que sostienen la vida y que siempre hemos dado por sentados dejan de serlo. En mis tiempos de economista serio recuerdo haber estado en un seminario variopinto y multisectorial, en que una señora del INN (Instituto Nacional de Normalización) decía ya por aquellos años (2002 o 2003, si mal no recuerdo) que el agua se va a acabar. Yo no lo podía creer. La señora aquella, una ingeniera mayorcita, cero asomo de coquetería, nerd a más no poder, estaba allí para hablar de cómo el mundo que habitamos es viable porque todos los sistemas legales del mundo se han puesto de acuerdo para estandarizar los anchos de las calles, las dimensiones de un water, las alturas de los postes y todas las certezas que nos permiten circular por la ciudad sin morir en el intento. Y el agua potable, claro, es un estándar. Cuántos minerales y metales pesados, cuánto cloro y cuánta a materia orgánica, etc.
La sacamos de los ríos y de los lagos, porque desalinizar el agua del mar es total y absolutamente inviable desde un punto de vista económico. La ONU ha definido que 60 litros diarios es el mínimo que requiere un ser humano para hidratarse, lavarse, limpiar y cocinar alimentos, etc. Pero resulta que en países como EEUU el consumo per cápita asciende a 600 litros. Hay muchas piscinas en ese país, y se dan paradojas como la de Phoenix, Arizona, ciudad desértica donde el uso de piscinas y jacuzzis es una suerte de derecho aspiracional, en especial de los jubilados que constituyen una proporción significativa de la población. Arizona, cuyas cuentas fiscales (ya lo hemos dicho) están por los suelos y pronto se podría declarar en bancarrota tal y como la República Argentina hace algunos años.
Y ojo que Chile es uno de los paraísos en lo que a agua dulce se refiere. Gracias a la cordillera, los lagos y nuestro crecimiento demográfico relativamente bajo control, estamos en una situación privilegiada. Pero de pronto ocurren cosas como la de Chaitén y una comunidad determinada se queda sin viviendas y sin agua. ¿Y a quién recurrimos? Pues al ejército argentino… No es chiste, esta antigua mafia de torturadores antisemitas y anticomunistas se ha reciclado últimamente y de manera notable en una organización destinada a proteger los recursos vitales de la nación. Los argentinos nos mandaron a unas milicas lanas, potentes, geógrafas de profesión, que rápidamente y con la tecnología pertinente identificaron las principales napas de la zona. Así los chaiteninos tuvieron agua hasta que la evacuación se hizo impostergable.
Argentina tiene muy claro que por su territorio plano sufrirá alteraciones dramáticas en un escenario de cambio global climático. Ni la ONEMI, ni nuestros milicos, con todo lo empeñosos que son, tienen ni la más remota idea de cómo obtener agua en situaciones de crisis. Si el nivel del mar sube, como parece que lo hará dentro de las próximas décadas, tendremos que evacuar las costas y relocalizar a un tercio de la población. Y tendremos que sacar agua de alguna parte. Y, ojo, que el agua está privatizada… La minería se traga el agua del norte, la hidroelectricidad, la del sur. La agricultura, las ciudades: agua y más agua. No es sólo un tema de cuánto nos sale la cuenta mensual. Por favor, eso es un pelo de la cola.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Brotecitos Verdes
El debate del momento es si la crisis tocó fondo. Los economistas, con su flema habitual, machacan cifras, se cuelgan de una o de otra para decir sí, lo peor ya pasó… Y emplean una imagen poética: brotecitos verdes de crecimiento.
Dicen que los mall chilenos estaban llenos para el día de la madre, dicen que el turismo mundial ha caído en un 7% desde el año pasado. Dicen, también, que las aerolíneas le están cobrando el doble a los pasajeros obesos: más peso que elevar por cada litro de combustible. Pobres gordos, pobres deudores hipotecarios. Lo que nadie dice, a pesar de cifras levemente menos angustiosas que los meses anteriores (el IMACE chileno cayó menos de lo esperado) es que el corazón del sistema está hecho mierda.
Al comienzo de la crisis, allá por octubre, un amigo me preguntó si era conveniente comprar billetes verdes y yo le dije, sin pensarlo, que por ningún motivo. Eso era válido cuando la crisis afectaba, única y exclusivamente, a los países sudacas por su manejo macroeconómico chambón y corrupto. La crisis actual es resultado del manejo chambón y corrupto del dólar. El consumo imperial de los norteamericanos descansaba en un dólar fuerte, caro, apoyado por altas rentabilidades bursátiles y/o papeles del tesoro U.S.A confiables, que compensaban el monstruoso déficit comercial gringo. Ahora que estos papeles se han abaratado producto del nivel estratosférico de lucas que deben invertir para salvar a la banca, nada de eso corre.
En este mismo blog he mencionado las finanzas estatales como semilla de la futura guerra civil gringa (una metáfora, por cierto) y la imposibilidad de volver al statu quo de antes del 1997, cuando comenzó su la lenta implosión del sistema desde sus periferias asiáticas y sudacas. Si para salvar a los estados hay que emitir más dólares, es desvalorizar más lo que ya tiene un valor menguado a niveles de insolvencia. ¿Se imaginan un mundo en que la moneda china vale más que el dólar? ¿Un mundo donde los salarios norteamericanos y los chinos están aparejados? Inviable, ¿no?
Para este economista marginal es evidente que la crisis no se manifiesta en hambre y desempleo universales, como en 1930, sino en una lenta desarticulación de los circuitos de opulencia elitista y escapismo generalizado que fueron los noventa y los primeros años del siglo XXI.
Para los que me tachan de apocalíptico, debo aclarar que la crisis me hace feliz, a mí, un ciudadano endeudado como todos, porque estoy convencido de que nos libera de las ataduras que nos han tenido todos estos años adictos al zapping y a la insoportable levedad del consumo. Como sociedad civil no existimos, y sólo una crisis puede hacer despertar al jacobino dormido que llevamos adentro, aquel que nos liberará de la esclavitud de los transgénicos, las energías fósiles, los McDonald’s y los 4x4.
domingo, 10 de mayo de 2009
La Quiebra de los Estados Unidos
En estos tiempos de temores económicos y sanitarios, pocos están siguiendo los movimientos micropolíticos. Como el que, silenciosamente, está impulsando la derecha dura norteamericana desde sus bastiones en el Medio Oeste y en el Sur. Consiste básicamente es dotarse de aparatos legales para repeler toda legislación federal que no les parezca, ahora que dicho poder está en manos de negros, latinos lesbianas, degenerados de las grandes universidades filo-marxistas y ateas de Nueva York y sus satélites.
Se les llama resoluciones de “soberanía estatal” y se acogen a la décima enmienda, es decir, la tenue frontera entre los gobiernos estatales y el federal (corríjanme, constitucionalistas, si es tan tenue).
“Los poderes no delegados por la constitución a los Estados Unidos, ni prohibidos por los estados, se reservan a los estados respectivamente, o al pueblo”.
Más de veinte de estados han sacado resoluciones en que reivindican soberanía. Los textos parecen un copy-paste, pero tienen diferencias sutiles. Recuerdan que el ejecutivo y el congreso federal son “agentes” de los estados, y les acusan de violar la constitución, advirtiéndoles que no tolerarán en lo sucesivo nuevas intromisiones en su área de competencia: “Que sirva de advertencia y demanda al gobierno federal, en calidad de nuestro agente, de cesar todo mandato más allá de sus poderes constitucionalmente delegados” (traducción de este servidor de la resolución HCR 50 de la legislatura de Texas).
La resolución de Georgia es particularmente freaky en su lenguaje dieciochesco: reivindica el derecho del estado de “suprimir libelos, falsedades, difamaciones, así como la herejía y la falsa religión…” Glup.
¿Cuál es el telón de crisis de esta súbita fiebre autonomista? La furia de los gobiernos locales con el rescate financiero: son lucas que necesitan desesperadamente puesto que muchos de ellos están quebrados. 46 de los 50 tienen déficits fiscales dignos de nación-bananera, que harían palidecer al director del FMI. Varios están cortando programas, aumentando impuestos locales y rebatiendo las devoluciones (igual que acá con los honorarios) para sobrevivir al 2009. Los mismos bancos insolventes que han sido rescatados por el gobierno federal no están refinanciando sus deudas. Uno de los casos más dramáticos es Arizona, que por cierto pasó su resolución de soberanía. Estaría a 120 días de quedarse sin planilla de sueldo para los funcionarios. Como en Argentina el 2001 (¿alguien recuerda los patacones?).
Algunos expertos declaran que estas resoluciones tienen más impacto sicológico que legal. Pero la última vez que se abrió esta caja de Pandora fue en 1861 en Carolina del Sur…
miércoles, 29 de abril de 2009
¿Qué Sería del Mundo sin los Mercados Financieros?
Animaldelirante se hace esa pregunta y yo la celebro. En estos momentos muchos cuchillos afilados quisieran ver tomadas las bolsas de valores por el pueblo, relegados los operadores financieros a granjas ecológicas, cuando no presos. No es tan simple queridos. Estos pobres y sufridos operadores, proletariado de cuello y corbata, sostienen nuestras vidas. En una economía cualquiera menos del 10% de las transacciones anuales se hace en efectivo. Todo el resto depende de promesas de pago, algunas de corto y otras de largo plazo. Los famosos pasivos. Los cheques, los bonos, las acciones, los fondos mutuos, los planes previsionales y de salud. Nuestras tarjetas de crédito son válidas porque alguien administra esos flujos de datos. Para que nos reembolse la Isapre o nos paguen el seguro del auto, hay mercados financieros. Para que a la abuelita le paguen la pensión. Para que, al introducir la tarjeta en el cajero automático, del otro lado salga cash. La velocidad y los ritmos de la vida dependen, silenciosamente, de estas asambleas del caos que son los ruedos bursátiles.
Antes de que existieran los mercados, el mundo era lento y parsimonioso. Existía el matriarcado y las economías de escala del clan. Donde comían diez comían doce. Todo eso comenzó a cambiar lentamente después de la revolución del sujeto, desde la revolución francesa y la industrial. Íbamos de a poco, pero desde la II Guerra Mundial en adelante todo se aceleró. Ahora vivimos en pequeños espacios y compramos comida preparada, tenemos cable, Internet, transporte público. Nada de eso sería posible sin los mercados financieros. El problema es que los mercados financieros nos están conduciendo al precipicio. Sólo pueden operar en el corto plazo, en horas o minutos. El sistema no tiene los mecanismos para pensarse como sistema, en el largo plazo. ¿Es viable a veinte, treinta años plazo? Yo lo dudo.
martes, 28 de abril de 2009
Oink Oink
Lo último que le faltaba al mundo: una pandemia. Las bolsas lo demostraron clarito. Cuando celebraban con bombos y platillos cualquier cifra de cualquier banco, les cae (nos cae) esto. Las acciones se fueron a la cresta, especialmente aerolíneas y turismo: las farmacéuticas subieron. Buenas noticias nuestras queridas farmacias… Virus mutantes generados desde la industria alimenticia, capaces de propagarse en horas por todo el planeta. ¿No será coincidencia? La vaca loca, la gripe de los pollos y ahora de los cerdos… No hay que ser un agorero para aceptar que este paradigma económico-alimenticio mundial lleva un buen rato en crisis. Se come demasiada carne, hay demasiadas vacas y demasiado cáncer. Demasiada mierda de vaca produciendo metano, pollos y cerdos que hace rato dejaron de ser pollos y cerdos. Nadie sabe cuánto costarán las medidas para parar al H1N1: todo dependerá de qué tan bravo sea el bicho y lo rápido que respondan los sistemas de salud.
En todo caso, recursos que los gobiernos ya no tienen. ¿Cuánto se puede seguir endeudando el fisco? ¿Cuánto papel pueden seguir inyectando para devolverle al mercado la confianza? ¿Podrán resistir las aseguradoras para un nuevo huracán Katrina?
En Inglaterra ya se anunciaron alzas de impuestos a los ricos. Cuando Obama lo haga en USA va a quedar la grande. Espérense nomás. Espérense lo que diga Texas, donde ya se están dando señales y no sólo de Chuck Noris: el propio gobernador… (Al cinturón derechista conservador no le va a gustar nada este nuevo atentado del gobierno federal...
Cambios, cambios… el mes pasado, discretamente, los chinos comenzaron a aplicar una política de desdolarización de su comercio exterior. (http://www.businessweek.com/blogs/money_politics/archives/2009/04/further_on_the.html) Ya firmaron convenios con Hong Kong, Corea y… Argentina… Oink Oink.
martes, 21 de abril de 2009
Paisajes de Crisis
En mi trayecto diario casa-trabajo tengo la oportunidad de observar el aspecto urbano de la crisis. Conviven los adefesios de Paz Froimovich con las casitas bajas del viejo Santiago. Es extraño como se ha ido configurando este paisaje bipolar. Sólo en la cuadra donde trabajo hay cuatro construcciones que lentamente han ido encerrando y aniquilando las viejas casas de Santiago y su estilo de vida. Donde antes había un almacén de barrio hoy hay una lavandería autoservicio, un Big John o una farmacia coludida.
En el universo íntimo, cerrado sobre sí mismo, de la antigua casa chilena, los techos eran altos y el aire circulaba entre las celosías discretamente entreabiertas y un patio interior. Eran reductos secretos, matriarcales, cuyo intercambio con el exterior estaba marcado por pequeños ritos sociales y religiosos. En su lugar ha surgido un verdadero panóptico de edificios de clase media, donde los sujetos se observan unos a otros desde distintos pisos y perspectivas. Allí donde había unidad de clan (y sus consiguientes tabúes), hay ahora multiplicidad de universos (¿subjetividades?) que se encuentran y comunican a chispazos, desde un anonimato que sólo unifica el registro parcial de las cámaras de seguridad.
El panóptico aspiracional no es centralizado, como en la prisión. Se ha dicho que su interior es una suerte de socialismo de mercado: techos bajos, puertas que no cierran, terminaciones truchas pero que de lejos parecen buenas. Y una sociabilidad de ascensor, parca y fugaz. La dualidad económica del edificio radica en que por él pasan las líneas de demarcación entre inclusión y exclusión, auge económico y crisis. Las grúas operando señalan una economía robusta y dinámica, su paralización lo contrario. La acumulación de departamentos sin vender, el abandono de las faenas y el deterioro de los carteles publicitarios son las señales ominosas de la crisis.
Lo paradojal es que los edificios son necesarios, imprescindibles para el sistema: el dinero que mueven, la masa laboral que absorben, los préstamos hipotecarios y de consumo que se requieren para adquirir cada uno de sus escasos metros cuadrados, por no hablar del rol que desempeñan como instrumentos de normalización individual: el hipotecario te hipoteca, te hace más conservador, cauteloso, calcular y someterte al poder. No se hacen grandes saltos de vida, reinvenciones, emprendimientos cuando estás pagando un bien raíz. Eres un pequeño capitalista, el dueño de un activo que te da derecho a mirar la ciudad desde lo alto.
sábado, 18 de abril de 2009
Adios Trabajo
En 1991, en plena recesión Post Primera Guerra del Golfo, Douglas Coupland escribió Generación X. En uno de los capítulos (no me acuerdo cuál) se mencionaba, en clave irónica, un planeta o planetoide donde todo era 1974. Es una metáfora pop del último año en que los salarios reales crecieron en Norteamérica, y sería interesante saber si en los dieciocho años posteriores al año de publicación de la novela la cosa se revirtió. Mi intuición es que no. Las recuperaciones económicas post-modernas se han caracterizado por ser poco intensivas en mano de obra. Las empresas aprendieron en los 70 a aplicar estrategias de tercerización, y todo lo que no crecieron los salarios fue suplido por el crédito y la palabra mágica, flexibilidad laboral. Millones de personas tuvieron que reinventarse y millones cagaron. Los productos se empezaron a traer desde China y surgió un nuevo proletariado de los servicios: léase vendedores.
Todo este preámbulo para contar que mi hermano se quedó sin pega. Llevaba menos de dos meses y su empleador era una empresa de viajes, filial de una de los grandes Holdings de retail de América Latina. Hablé con él cuando ya había se le pasado el achaque y estaba en la etapa de rabia. Tiene 28 años y se tituló hace menos de dos. Otro amigo, creativo en una agencia de publicidad, también salió cagando. Pero son cabros jóvenes y adaptables y él ya está pensando en becas, irse a regiones, atinar.
Una de las diferencias fundamentales entre esta recesión-depresiva v/s la Gran Depresión, es que hoy nadie sueña con salvarse en el Estado. Que inyecten platas, que bajen las tasas, OK, pero trabajar en una oficina pública nica. Por eso la Marcha de la CUT parece tan anacrónica.
En mi franja generacional cuadragenaria muchos están con el culo en la mano. Están al día con sus pasivos inmobiliarios y de consumo por muchos ceros, pero se quedan sin pega y cagan. El pavor de tornarse redundantes paraliza a la Generación X. En cambio la Y y la Z ya piensan en sus maletas y emprender nuevos caminos. Lo bueno de las recesiones es eso: cuando se es liviano uno puede reinventarse una vida. ¿Con cuánto peso nos pilla esta recesión? ¿Con cuánto nos pillará en veinte años más, cuando las otras dos crisis (la demográfica y la ecológica) estén a full?
jueves, 16 de abril de 2009
Activo Tóxico
Un bloggero con quien comparto oficina (Juan Emar) me preguntaba el significado de este término que circula urbi et orbi. Activo tóxico: bonita palabra para la estación terminal del capitalismo financiero tal como lo conocemos.
Un activo es una promesa. Necesito dinero, cash, ahora, y para ello (empresa o persona) firmo un documento. Pagaré, letra, bono según el caso. El que acepta el documento me adelanta el dinero y se queda con el derecho de cobrarme. Para él es un activo, para mí un pasivo. Pero antes de que el documento venza (madure, dicen los operadores) puede a su vez venderlo o endosarlo. Esa es la gracia de los activos: que mi acreedor los pueden vender. A qué precio, dependerá de mi credibilidad, y del sentimiento general acerca del futuro.
Cuando todas las empresas y las personas, o una masa crítica de ellas, hacen cosas sensatas con el dinero que recaudan asumiendo pasivos, la economía crece y los activos suben de valor. Al que me debe le está yendo bien, por ello puedo vender el bono o la acción a buen precio, por eso los activos se transan en mercados. El mundo tal como lo conocemos descansa en el fino equilibrio entre los activos de algunos y los pasivos de la mayoría.
Por eso la aparición del activo tóxico es una catástrofe. Es un activo que no se puede vender, porque nadie lo quiere. Es un pasivo de alguien (de muchos) tan jodido(s) que mejor olvidarse del asunto. Pero su carácter tóxico radica en que muchos le creyeron en algún minuto. Hipotecas. Bienes raíces. Se juntaba un préstamo con otro, y se formaba un paquete que se vendía en el mercado de activos. Somos los Estados Unidos de América, tenemos el dólar, plata no nos va a faltar nunca, era la premisa para que el suelo norteamericano se revalorizara para siempre. Pero todo sistema tiene su límite y este ya llegó al suyo. Llevaba ya dos décadas inventando nuevos activos: acciones tecnológicas, biotecnológicas, de países emergentes. Ya no quedaban conejos en el sombrero y se inventaron las hipotecas-basura, préstamos hipotecarios tan mulas que sólo juntándolos de a varios (para abultar el balance) podían valer algo.
El activo tóxico mina la confianza global en el sistema, en todos los demás activos. Es un agente de contagio del pesimismo, pues lo que estaba puro a su alrededor se contamina y marchita. Bancos, aseguradoras automotrices, retail, you name it.
No sé si será lo más dramático de la crisis, pero el número de activos creció tanto en las últimas dos décadas, que hizo falta todo un sector demográfico para administrarlos. Claro, son los operadores de activos, y como éstos ya valen apenas una fracción que antes de la crisis, muchos son redundantes. Como los obreros metalúrgicos o del carbón de antaño. Cesantes ABC1, que deben empeñar sus rólex, cancelar las vacaciones en Isla de Pascua y prescindir de los servicios del paseador de perros.
miércoles, 15 de abril de 2009
La Crisis del Dinero
Gonzalo me recuerda que los millones de indigentes en Estados Unidos que son veteranos de las guerras imperiales. Su sumario de crisis es lapidario y me hace pensar en el Far-West, donde los bandoleros son siempre ex soldados de la guerra civil.
La los diarios del mundo titulaban hoy (15/04): PRIMERAS SEÑALES POSITIVAS EN EEUU. Muy significativo: se está constatando que se tocó fondo (lo que está por verse). Bravo, pero ¿cuánto tardará salir de allí? Como en el caso de cualquier individuo o comunidad, años. El sistema no está muerto sino gravemente dañado, y nunca volverá a ser en rigor el mismo. No durante las próximas generaciones.
Persiste en el ambiente la sensación de que salvar a los bancos fue una mala idea. Las autoridades argumentan que, hacer lo contrario, hubiese sido el fin de la vida como la conocemos. Algunos evocarán la festiva canción de REM, pero más conviene pensar en la última vez que los bancos quebraron masivamente en Estados Unidos. Si hoy tomará una década volver vagamente a los buenos tiempos, con los bancos quebrados hubiera sido el doble, el triple o simplemente la implosión. La Tercera Guerra Mundial hubiera sido la Segunda Guerra Civil americana.
Ahora bien, ¿era malo eso? ¿Cuántos de nosotros anhelamos, secretamente, una situación como la del 476 d.C, cuando cayó el Imperio Romano de Occidente? Volver a una vida rústica y real, no mediatizada. En comunidades, con energías limpias y reciclaje. Nada nos impide ir en busca de algo parecido hoy, con o sin crisis. Pero en una implosión social sin retorno, esto deja de ser una opción. ¿Estamos preparados? Al mismo tiempo que lo anhelamos (como sueño perverso o progresista, depende de cada cual), el derrumbe del sistema nos provoca angustia y nos confronta a lo desconocido. ¿La ley se derrumbaría sin el sistema financiero, sin el dinero tal como lo conocemos? ¿Correrían peligro nuestras vidas, nuestros seres queridos?
Las personas no se enteran de la crisis sistémica mientras el dinero (el sistema monetario-financiero) está en auge. Cuando vemos como el salario nos cunde, nuestras propiedades se revalorizan, nuestros fondos de pensión suben y los bancos nos ofrecen financiamiento barato para el más recóndito de nuestros sueños. Apenas este nirvana de plástico se acaba, tomamos conciencia de la virtualidad del dinero.
Saber qué hubiera pasado si los bancos no hubiesen sido rescatados es ya una ucronía, un mundo paralelo.
Aún así la solución adoptada, el bailout (la fianza) no garantiza la supervivencia porque las otras bombas de tiempo sistémicas (la ecológica, la demográfica) siguen activadas.
Economía de la Pérdida
La economía tradicional no sirve para explicar lo que está ocurriendo. Lo que ocurre desde el 97 cuando saltaron los fusibles en Asia, el 98 con Brasil y el 99 con Rusia, el 2001 con las puntocom y el 2007 con las hipotecas-basura. Es decir, puede explicarlo financieramente, dentro de sus límites estrictamente monetarios. Pero no el hambre y la exclusión, como recela Alberto en piso dos.
Por eso se me ha ocurrido desempolvar el caso más radical de análisis económico que tengo en mis registros.
Es radical porque lo hizo Georges Bataille, autor de textos radicales sobre erotismo, religión y muerte. Bataille dedicó 18 años a investigar y leer textos sobre economía y sociología, pese a que su background era básicamente filosófico y estético. El resultado es un libro extrañísimo, La Part Maudite.
Bataille cuestiona la teoría económica circunscrita a la circulación de bienes materiales y dinero. Pide una teoría económica general y esboza sus principios: se debe tomar en cuenta la circulación de la energía en la tierra. Toda la energía viene finalmente del sol, y los seres vivos la transforman en fuerza económica, en ciudades y sistemas. Pero esta energía es tan inmensa, tan excesiva, que no toda se puede aprovechar. No puede ser acumulada como capital, como sostiene Marx. Este capital negativo, o excedente, debe ser dilapidado, y Bataille saca múltiples ejemplos la historia humana. El gasto suntuario de los ricos es la contraparte del hambre de los postergados. La guerra es la forma más radical de dilapidación, y en civilizaciones como la azteca esta dilapidación era ritual.
Bataille concibió esta aproximación poética de la economía después del gran colapso del sistema, el tándem Gran Depresión-Segunda Guerra Mundial. Era una extraña mezcla de comunista y místico. Hijo de ateos, entró voluntariamente a un seminario y quiso ser cura. Su teoría económica da miedo por su lucidez.
La agricultura fue la primera transformación de la energía planetaria en sistema económico, en nutrición socialmente administrada. Luego se le agregó el resto: la industria, el transporte y las telecomunicaciones. La industria necesitaba energía, se la proveyó primero el carbón y luego el petróleo, la hidroelectricidad, etc. Bataille admite que la energía se ha acumulado, pero no sólo en instituciones productivas como las empresas y las naciones, sino también en otras perfectamente suntuarias como el arte arquitectónico, la ritualidad del Estado y el consumo de las clases ociosas. Cuando el sistema acumula demasiada energía, más de lo que el Estado o los ricos pueden consumir, debe dilapidarla en guerras y en crisis económicas o demográficas.
Pero volviendo al tema original, el de Alberto, supongo que el hambre planetaria está concentrada en África y, en medida cada vez menor, en Asia y en América Latina. En África está la mayor desproporción entre energía humana y riqueza acumulada, entre riqueza natural y precariedad institucional. Tasas de natalidad y mortalidad se emparejan. Todo lo contrario de la ejemplar socialdemocracia escandinava.
Alberto tiene toda la razón, aunque esta crisis financiera pase, el sistema seguirá en crisis. Lo más seguro es que avance hacia una crisis terminal. Los niños soldados asesinos de África son la contraparte de los obesos terminales yanquis, los jubilados franceses que, muy pronto, se quedarán sin sustento. En una generación, en dos, lo que tarde el clima en cambiar.
sábado, 11 de abril de 2009
Universo Paralelo
Acabo de encontrar en un viejo cajón de mi casa en Viña un artículo de Beaudrillard titulado "Deuda Global y Universo Paralelo". Debe datar de mediados de los noventa, cuando el sistema parecía imbatible tras la caída del muro. El ensayo parte de dos imágenes: el contador de la deuda pública norteamericana, ubicado en Times Square, Nueva York, y el contador de los segundos que faltaban, en aquel entonces, para el cambio de siglo, ubicado en el Centro Pompidou de París.
Cito algunos párrafos decididores a la luz de la debacle actual:
"La deuda circula en su propia órbita, con su propia trayectoria hecha de un capital que, a partir de ahora, está libre de cualquier contingencia económica y se desplaza en un universo paralelo. La aceleración del capital ha exonerado al dinero de toda obligación respecto del universo cotidiano de la producción, el valor y la utilidad. No es ni siquiera un universo orbital: es más bien ex-orbital, ex-céntrico, ex-centrado, con apenas una débil probabilidad de reunirse algún día con el nuestro".
Como se puede apreciar, Beaudrillard describe irónicamente el funcionamiento de los mercados financieros a mediados de la década pasada, cuando el desarrollo de derivados, futuros, opciones y otros mecanismos esotéricos para administrar el riesgo, parecían a punto de perpetuar el sistema capitalista ad infinitum. Y lo hace con un dejo de melancolía.
"Estamos vivos sólo por este desequilibrio, esta proliferación y esta promesa de infinito creada por la deuda. La deuda planetaria o global, por cierto, no tiene sentido en los términos clásicos de capital accionario o crediticio. Actúa como nuestra línea de crédito colectiva, como un sistema crediticio simbólico mediante el cual las pensiones, las corporaciones y las naciones están vinculadas entre sí por default."
Es maravilloso constatar como una inteligencia de una disciplina es capaz de desentrañar los secretos de otra, sin entrar en la minucia. No conozco ningún economista contemporáneo que haya llegado al quid del asunto con semejante lucidez. Ahora nos toca a nosotros responderle a Beaudrillard, quien se debe estar riendo a carcajadas en su tumba: pues sí, Jean, nuestro sistema crediticio-simbólico está quebrado, y el universo paralelo de la deuda se ha finalmente reunido con nuestro universo cotidiano de cuentas, salarios, préstamos hipotecarios y sueños consumistas inviables. Interesante época para estar vivo, ¿no?
jueves, 9 de abril de 2009
La Cultura en Crisis
Me sumo, modestamente desde mi trinchera económico-marginal, al debate suscitado en torno a la política cultural de un eventual gobierno de Piñera. Mi amigo Andrés la recoge brillantemente en su blog http://citizenalmeida.blogspot.com/.
Viene al caso pues los primeras muestras de financiamiento estatal de la cultura nacieron, precisamente, con la Gran Depresión. Fue el gobierno de Roosevelt, en el contexto de su política de rescate económico, el que creó los primeros fondos federales para artistas visuales, dramaturgos y escritores. En el Federal Art Project de los años 35-43 hicieron sus primeras armas artistas de la talla de Mark Rotko, Jackson Pollock y su futura esposa y manager, Lee Krasner. Como si no bastara con incubar al expresionismo abstacto en pintura, el Federal Theatre Project financió a una nueva generación de dramaturgos de la talla de Orson Welles, Arthur Miller, Elia Kazan y Joseph Losey. Legendaria fue la producción de Macbeth de Welles, con actores negros de un taller de Harlem. Aquí, señores, se hablaba de fascismo, racismo y género cuando estos temas apenas se vislumbraban. El tono de las obras era demasiado izquierdista para algunos miembros del congreso, y el programa fue cortado en 1939.
Pero el paso más decisivo lo dio Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, con la creación del British Arts Council. A diferencia de los fondos norteamericanos, de corta existencia, los ingleses crearon una institucionalidad que existe hasta hoy. Y el responsable de ello fue nada menos que John Maynard Keynes, el economista cuyas doctrinas sacaron al mundo de la Depresión. Que el fisco gaste para compensar el bajón. Y mucho. En Ciencia, en Salud y en Cultura. Keynes era, aparte de homosexual y millonario, miembro del grupo de escritores Bloomsbury, amigo de Virginia Woolf, y un amante de la ópera. Cuesta imaginar a un economista chileno con semejante perfil... Uno que diga: ¿El Royalty? 15 para cultura y en veinte años la armamos.
En Francia, país que se precia de una tradición cultural, el Ministerio de Cultura data recién de1959, y fue creado por De Gaulle a instancias de su gran asesor cultural, André Malraux.
¿Qué puede pasar en un país donde el Estado asume proveer bienes públicos de semejante calado en materia cultural? Primero, gana en respeto, nacional y sobre todo internacional. Llegar a un país con buenas políticas culturales es llegar a un país entretenido. Y eso se paga con o sin crisis. Ciudades donde hay cuento, obras de teatro, música y artes visuales de calidad, espectáculos y oralidades urbanas potentes.
Segundo, una política cultural seria crea una economía de la cultura, tan validada y relevante en el PIB como la pesca, la agricultura o la industria hotelera. El que haya estado en Avignon o en Edimburgo durante sus respectivos festivales sabrá a lo que me refiero. O en Cartagena de Indias. Huevadas serias, como diría Marcelo Mellado.
No soy de los que piensan que la Concertación lo haya hecho suuuuper bien en materia de cultura. Todavía no veo al Pollock o al Orson Welles chileno. Todavía no veo al Alexis Sánchez de la neoplástica escritural chilena. Pero entregar estas decisiones a la galería no es simplemente torpe y tonto, es criminal. Es la típica ceguera de los nuevos ricos, que no son capaces de reconocer que la verdadera riqueza de un país está en su historia y en sus discursos. No en el rolex. Mal por Piñera, considerando que del otro lado no hay nada.
miércoles, 8 de abril de 2009
El Abismo
Desde Alrington, Virginia, donde están enterrados los caídos de todas las guerras, Gonzalo da cifras frescas y globales de lo que ha recabado este bloggero: 25 millones de empleados y subempleados hay hoy en Estados Unidos. Gonzalo (http://sweethomealameda.blogspot.com/) explica como se armó el tinglado regulatorio que permitió la especulación, que desemboca en esta masacre, termina recordando la fórmula clásica del sistema cuando está en crisis: socializa las pérdidas.
Es que no quedaba otra, Gonzalo. Era eso o Armagedón. En el podcast del Guardian de hoy (8/04/09) un personaje decía: “a los banqueros, la cárcel, pero los bancos somos nosotros: nuestras cuentas corrientes, fondos mutuos, pensiones”. En el mismo medio, mismo soporte, escuché a Polly Toynbee tirar el dato freak: durante el octubre negro del año pasado, la autoridad financiera inglesa estuvo a horas de decretar el cierre de los cajeros automáticos de Londres. Toda la liquidez diaria del sistema había sido succionada. Los gobiernos sabía que era eso o… (llene con su imagen apocalíptica preferida).
El sistema no estaba en condiciones de dejar morir los bancos porque la mayor parte de la (supuesta) riqueza del sistema, es inmaterial. En las crisis anteriores, la del 30 sin ir más lejos, existía el patrón oro. El circulante reflejaba los stocks nacionales de metal. Desde 1971 ese sistema no existe. Lo abolió Richard Nixon…Y desde entonces el sistema se basó, implícitamente, en el dólar fuerte. Los países comenzaron a saldar su intercambio comercial y financiero en dólares. Pero, para que hubiera dólares suficientes en todo el mundo, EEUU tenía que ser el principal consumidor mundial de alimentos, línea blanca, vestuario, turismo, informática, telecomunicaciones. Todas las categorías, todos los países tenían una cuota de mercado en esta vasta frontera. Especialmente el lujo, el placer. Francia, Italia, pero también Chile con sus salmones estresados y su uva de mesa. American Psycho es el retrato más descarnado del sistema. Ojo con la descripción de lo que comen. Por ahí creo que hay frambuesas chilenas (¿O es en Generación X, de Coupland...?)
El dólar fuerte provocó la desindustrialización de Estados Unidos. Más caro que las otras monedas, tornó inviable producir neumáticos, computadores, cámaras fotográficas y autos, por no hablar del cobre. Pero a las multinacionales ni les hizo cosquillas. Llevaban décadas lidiando con el engorroso problema del sindicalismo, con las engorrosas regulaciones de los años 30. Sabían que podían producir todo aquello en Brasil, México o algún país de Asia… Recuerda, Gonzalo, que Nixon, el anticomunista furioso, fue el primer presidente en reestablecer relaciones con Chinax de Mao…
Un dólar fuerte les permitió a los norteamericanos, durante los últimos treinta años, gozar de un estilo de vida sin parangón en la historia humana. China y el Mundo Emergente (Eufemismo de Tercer Mundo) comenzó a proveerlos de artículos baratos. El déficit tenían que financiarlo por otro lado. Y ese es el quid del asunto. Esa es la madre del cordero. Y tal vez la base de la solución.
martes, 7 de abril de 2009
Se viene, se viene...
El IMACEC de febrero fue contundente. La economía lleva ya dos meses contrayéndose y con dos más ya estaremos técnicamente en recesión. Capaz que ya estemos, pero el sistema de medición sólo permite saberlo con dos meses de rezago, o sea, Junio.
Lo chistoso es que hablar de recesión técnica equivale a decir recesión oficial, sancionada por los protocolos del Estado. Pero las grandes empresas no necesitan ese dato, y si no pregúntenles a los exportadores, que fueron los primeros en darse cuenta de cómo venía la cosa. A nivel interno, sólo Falabella, Ripley o París saben a cabalidad hoy la magnitud de lo que se acerca: ventas down, morosidad up. Aún así estamos en una suerte de realismo mágico, donde no se detectan aún las reacciones ni síntomas de la crisis del 99. Esta vez hay platas fiscales, menor déficit de cuenta corriente y un ministro que no se limita a decir "Hay que Cuidar la Pega", como el de aquella época, sino a romper el chanchito y ponerse rápido.
Para dar una idea de la magnitud, dicen The Guardian que en Londres ya se instalaron casas de remate cerca de la city. Los yuppies desempleados van y empeñan sus rolex: para comer. Más claro echarle agua, ¿no? Ese 15% o menos de la población mundial que movía la economía, ahora está desnuda. Los que creyeron en los Madoffs de todas las plazas financieras del mundo, los jóvenes amos del universo están sin ni uno.
Por supuesto, esto no es tan así. Fred Goodwin, presidente del Royal Bank of Scotland (sucursal en Apoquindo, por sino lo saben) se llevó una pensión de US$ 1 millón anual y no hay manera legal de obligarlo a que los devuelva. Y eso que el banco perdió más 30 mil millones en el último ejercicio. Como Goodwin hay muchos, y uno se pregunta por la perversidad de los incentivos que hacían funcionar el sistema, sobre todo cuando la solución para el problema de rentabilidad de este y muchos bancos ha sido echar funcionarios y pedir que el Estado los rescate.
Hace poco el novelista español Juan José Millás una brevísima viñeta en El País. En ella afirmaba que antisistema no son los chiquillos que se enfrentan con la policía, pues al menos les dan trabajo a los agentes del orden. Antisistema es el banquero, el corredor de bolsa, el supervisor fiscal que mira para otro lado. Antisistema es el sistema, que equivale a decir que el hígado es el anti-hígado. Todo lo cual nos remite a la viejísima cuestión de la ética, a Platón y Aristóteles.
sábado, 4 de abril de 2009
¿Crisis permanente?
Con mi amigo Alberto sostuvimos un debate: si el sistema está en crisis ahora o si la crisis es permanente. El argumento de Alberto es que la mitad de la humanidad pasa hambre. El sistema aún no es capaz de asegurar el sustento de todos nosotros, y eso es síntoma de crisis. Me pedía Alberto la mirada fría del economista, y mi respuesta es que no. La existencia de hambrientos no es síntoma de crisis del sistema, por cuanto el hambre le es insubstancial. De hecho, proporcionalmente hay menos personas pobres que hace cincuenta o cien años.
Vamos, que el sistema se basa en la acumulación y no en la distribución. Mientras más acumulan algunos, la mayoría se puede beneficiar cortando el pasto o paseando perros, en su escala más básica. El sistema está en crisis porque su premisa acumulativa básica, los instrumentos financieros, colapsó. Y porque Estados Unidos, el territorio primordial de esta acumulación, ya no es viable.
El motor del sistema era el consumo de los norteamericanos, cuya producción interna no basta para saciar sus apetitos. El déficit comercial y fiscal norteamericano se basaba en endeudamiento externo. Los países que le venden productos y servicios a los gringos, particularmente China, son los mismos que invertían sus excedentes en las bolsas norteamericanas. Los fondos chinos son los principales acreedores del gobierno USA. Pero los gringos ya no pueden seguir comprando. Seiscientos mil norteamericanos pierden sus empleos cada semana, desde que comenzó la crisis. Seiscientos mil norteamericanos que tienen que cancelar sus vacaciones en Chile, dejar de comprar salmón noruego o vino francés.
Mientras los norteamericanos engordaban, millones de chinos, asiáticos y de latinoamericnanos salían de la pobreza. Y eso, lejos de ayudar al sistema, lo ha hundido más. Menos personas con hambre significa una mayor demanda por alimentos, agua potable, combustibles fósiles cuyo suminsitro el sistema no está en condiciones de asegurar. Proyectando las tasas de crecimiento demográfico y reducción se la pobreza, los expertos auguran que, para el 2020, la cosa se pondrá peluda. Ya los stocks de alimentos están a su nivel más bajo de los últimos 50 años: un 15% de la demanda mundial. ¿Se dieron cuenta de cómo subieron los precios el año pasado?
Que haya hambrientos y que mueran, que se maten en sangrientas guerras civiles y religiosas, no es un síntoma de crisis. Todo lo contrario, le dan oxígeno al sistema.
Alberto profundiza su inquietud sobre la ética de un sistema como el nuestro (horrible usar el nostros, pero no nos hagamos los de las chacras) en su blog http://pisodos.blogspot.com/
viernes, 27 de marzo de 2009
El ciclo económico
Lo primero que debemos tener claro es que esta crisis es medular. Es uno de esos fenómenos que marcan vidas y generaciones completas. Lo que está en juego ahora no es una simple recesión, o sea un exceso de capacidad productiva o de gasto, corregible en un par de meses por usando la tasa de interés (ya hablaremos de lo que es eso y como se produce).
La crisis actual es como la de 1929 en tanto crisis del dinero mismo.
En aquellos años en que yo ejercía la profesión "seriamente", pagado por intereses corporativos, estaba en boca el Consenso de Washington. Los popes decían, con descaro, que el ciclo económico se había abolido gracias a la combinación virtuosa de mercados libres, democracia liberal y globalización comercial y financiera. Así de cara de palo eran. Así de soberbios. La culpa la tenían no tanto ellos como el fiasco del socialismo real que se había desmoronado, y la desorientación total en que habían caído los socialdemócratas.
Pero eso es harina de otro costal...
¿Qué es el ciclo económico?, se preguntan ustedes. Pues el que impera desde que el capitalismo nació entre los siglos XVII y XVIII. Antes, durante los miles de años de historia humana, los ciclos dependían del planeta mismo. El clima que devastaba cosechas o paría plagas y enfermedades, las guerras de religión o conquista. Pero a partir del siglo XVIII apareció otro fenómeno. Ciclos de auge y caída de la confianza en el sistema mismo, provocados por la especulación.
He elegido esta imagen del tsunami de Tailandia no para infundirles miedo, sino para recordarles la sabiduría de los animales. Fíjense en la actitud displicente del turista (¿australiano?, ¿inglés? ¿cuántos euros pagó por esas lindas y mortales vacaciones?) El tipo observa la ola mortal que avanza como si fuera un videojuego, mientras que la fauna local (pájaros, mamíferos, simios más sabios que nosotros) se largaba discretamente en pos de árboles y tierras altas... Es una metáfora porque la crisis económica nos sorprende ad portas de una crisis ambiental y demográfica. La tormenta perfecta, como dijo alguien.
Volver a la Carga
Han pasado ya cinco años desde que dejé mis funciones de analista económico. Eso fue el 2004, cuando acababa de publicar mi primer texto literario y sentía el pecho rebosante de esperanzas por haber conseguido abrirme un mínimo espacio en la (no se rían) “industria cultural chilena”. Atrás quedaban siete años de seguir la coyuntura semanal, analizar las trayectorias pasadas y futuras del dólar, la producción industrial, las ventas del comercio, la balanza comercial. Pero, más que eso, dejaba atrás mi pertenencia a un mundo del que nunca me había sentido parte, no porque careciera de los conocimientos teóricos para ser un buen economista, sino por falencias evidentes en mi personaje. El aspecto canónico de corbata y terno, el pelo corto y el aire asertivo estaban, pero no cuajaban entre sí.
¿Por qué he decidido volver a la carga, ahora sin cobrar sueldo alguno, sin cumplir horario alguno, sin cuidarme la lengua y desde la marginalidad más absoluta de la disciplina? Pues porque los tiempos ameritan a un economista francotirador. ¿Cuánto soñé, en aquellos años, con ver el sistema de rodillas? ¿Cuántas veces no tuve que morderme la lengua, aunque a veces fuera capaz de deslizar una que otra punta?
No les cuento las veces que tuve que contener el asco al oír a los obispos y excelencias de la curia económica defendiendo la ortodoxia desde una altura ungida por las potencias divinas. Pues bien, ahora comienza mi venganza. Lean los diarios de la época, entre el 97 y el 2001, y sabrán a lo que me refiero. Verán como se fue construyendo este tinglado siniestro que hoy se desvanece ante nuestros ojos. Vean los diarios de esa época y las papadas autosatisfechas de los popes de la ortodoxia neoliberal. Entre ellos distinguirán a un personaje de lentes, algo mofletudo... Sí, ése soy yo, o sea, el Otro. Porque el economista marginal de ahora hará su pequeño aporte a develar qué esconde el lenguaje esotérico de los economistas, las cortinas de humo que emplean para no admitir lo que realmente ha ocurrido, lo que está ocurriendo y lo que podría ocurrir si los dejamos, nuevamente, hacer lo que se les antoja...
¿Por qué he decidido volver a la carga, ahora sin cobrar sueldo alguno, sin cumplir horario alguno, sin cuidarme la lengua y desde la marginalidad más absoluta de la disciplina? Pues porque los tiempos ameritan a un economista francotirador. ¿Cuánto soñé, en aquellos años, con ver el sistema de rodillas? ¿Cuántas veces no tuve que morderme la lengua, aunque a veces fuera capaz de deslizar una que otra punta?
No les cuento las veces que tuve que contener el asco al oír a los obispos y excelencias de la curia económica defendiendo la ortodoxia desde una altura ungida por las potencias divinas. Pues bien, ahora comienza mi venganza. Lean los diarios de la época, entre el 97 y el 2001, y sabrán a lo que me refiero. Verán como se fue construyendo este tinglado siniestro que hoy se desvanece ante nuestros ojos. Vean los diarios de esa época y las papadas autosatisfechas de los popes de la ortodoxia neoliberal. Entre ellos distinguirán a un personaje de lentes, algo mofletudo... Sí, ése soy yo, o sea, el Otro. Porque el economista marginal de ahora hará su pequeño aporte a develar qué esconde el lenguaje esotérico de los economistas, las cortinas de humo que emplean para no admitir lo que realmente ha ocurrido, lo que está ocurriendo y lo que podría ocurrir si los dejamos, nuevamente, hacer lo que se les antoja...
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