sábado, 30 de enero de 2010

Ventana Demográfica: Economista Marginal Inicia una Nueva Etapa


Según la División de Asuntos demográficos de la ONU, Chile entró en 1995 en lo que los expertos llaman una “ventana demográfica”.

Una ventana demográfica ocurre cuando el número de habitantes menores de 15 años ha caído por debajo del 30%, mientras que los mayores de 65 aún no superan el 15%. En otras palabras, la población en edad de trabajar está en su proporción óptima.

Los países que aprovechan sus capacidades humanas e institucionales durante una ventana demográfica pueden alcanzar el desarrollo y entrar con mayor holgura en la siguiente fase: cuando comienza la invasión de canas y los adultos mayores superan el 15%.

Aprovechar o no una ventana demográfica depende, por cierto, de la calidad de la fuerza de trabajo, de las políticas públicas y de consideraciones culturales como, por ejemplo, la igualdad de género y la planificación familiar.

Las ventanas demográficas duran unos 50 años: la de Europa comenzó en 1950 y terminó en 2000. La de China empezó en 1990, la de Brasil en 2000 y la de India comienza esta década. He ahí el nuevo orden económico mundial.

Todo este prolegómeno para abrir esta nueva fase de Economista Marginal, tras varios meses de reflexión y duda sistemática.

Economista Marginal se declara opositor constructivo del nuevo gobierno, pero también de los discursos apocalíptico-paranoicos que pronostican el regreso de Mordor a la Tierra Media.

Economista Marginal está mucho menos interesado en la guerrilla dialéctica contra las estructuras estatales, que en buscar nuevas formas de asociación y construcción práctico-discursiva en torno a la idea de territorio.

La Concerta 1.0 hizo mucho, qué duda cabe, por sacar a Mordor de escena. Pero hizo poco o nada por empoderar a la sociedad civil. Las estructuras medias y territoriales del Estado se llenaron de “operadores políticos” para quienes importaba más tener clientes que ciudadanos (salvo cuando había que renovar el contrato mediante el voto). Clientelismo de base, voluntarismo de la élite marcaron esta etapa ya cerrada.

¿Habrá llegado entonces la hora de que las personas se doten a sí mismas de nuevas formas de intercambio económico y cultural? Los próximos treinta y cinco años son clave, si hemos de creerles a los demógrafos de la ONU. Serán los años de mayor potencial creativo y productivo de nuestro pequeño país, y no se los podemos regalar a la rapacidad del winner postneoliberal ni al neopopulismo conservador, pero tampoco al nihilismo, la paranoia y la autoflagelación nostalgiosa.