miércoles, 29 de abril de 2009

¿Qué Sería del Mundo sin los Mercados Financieros?



Animaldelirante se hace esa pregunta y yo la celebro. En estos momentos muchos cuchillos afilados quisieran ver tomadas las bolsas de valores por el pueblo, relegados los operadores financieros a granjas ecológicas, cuando no presos. No es tan simple queridos. Estos pobres y sufridos operadores, proletariado de cuello y corbata, sostienen nuestras vidas. En una economía cualquiera menos del 10% de las transacciones anuales se hace en efectivo. Todo el resto depende de promesas de pago, algunas de corto y otras de largo plazo. Los famosos pasivos. Los cheques, los bonos, las acciones, los fondos mutuos, los planes previsionales y de salud. Nuestras tarjetas de crédito son válidas porque alguien administra esos flujos de datos. Para que nos reembolse la Isapre o nos paguen el seguro del auto, hay mercados financieros. Para que a la abuelita le paguen la pensión. Para que, al introducir la tarjeta en el cajero automático, del otro lado salga cash. La velocidad y los ritmos de la vida dependen, silenciosamente, de estas asambleas del caos que son los ruedos bursátiles.

Antes de que existieran los mercados, el mundo era lento y parsimonioso. Existía el matriarcado y las economías de escala del clan. Donde comían diez comían doce. Todo eso comenzó a cambiar lentamente después de la revolución del sujeto, desde la revolución francesa y la industrial. Íbamos de a poco, pero desde la II Guerra Mundial en adelante todo se aceleró. Ahora vivimos en pequeños espacios y compramos comida preparada, tenemos cable, Internet, transporte público. Nada de eso sería posible sin los mercados financieros. El problema es que los mercados financieros nos están conduciendo al precipicio. Sólo pueden operar en el corto plazo, en horas o minutos. El sistema no tiene los mecanismos para pensarse como sistema, en el largo plazo. ¿Es viable a veinte, treinta años plazo? Yo lo dudo.

martes, 28 de abril de 2009

Oink Oink




Lo último que le faltaba al mundo: una pandemia. Las bolsas lo demostraron clarito. Cuando celebraban con bombos y platillos cualquier cifra de cualquier banco, les cae (nos cae) esto. Las acciones se fueron a la cresta, especialmente aerolíneas y turismo: las farmacéuticas subieron. Buenas noticias nuestras queridas farmacias… Virus mutantes generados desde la industria alimenticia, capaces de propagarse en horas por todo el planeta. ¿No será coincidencia? La vaca loca, la gripe de los pollos y ahora de los cerdos… No hay que ser un agorero para aceptar que este paradigma económico-alimenticio mundial lleva un buen rato en crisis. Se come demasiada carne, hay demasiadas vacas y demasiado cáncer. Demasiada mierda de vaca produciendo metano, pollos y cerdos que hace rato dejaron de ser pollos y cerdos. Nadie sabe cuánto costarán las medidas para parar al H1N1: todo dependerá de qué tan bravo sea el bicho y lo rápido que respondan los sistemas de salud.

En todo caso, recursos que los gobiernos ya no tienen. ¿Cuánto se puede seguir endeudando el fisco? ¿Cuánto papel pueden seguir inyectando para devolverle al mercado la confianza? ¿Podrán resistir las aseguradoras para un nuevo huracán Katrina?

En Inglaterra ya se anunciaron alzas de impuestos a los ricos. Cuando Obama lo haga en USA va a quedar la grande. Espérense nomás. Espérense lo que diga Texas, donde ya se están dando señales y no sólo de Chuck Noris: el propio gobernador… (Al cinturón derechista conservador no le va a gustar nada este nuevo atentado del gobierno federal...

Cambios, cambios… el mes pasado, discretamente, los chinos comenzaron a aplicar una política de desdolarización de su comercio exterior. (http://www.businessweek.com/blogs/money_politics/archives/2009/04/further_on_the.html) Ya firmaron convenios con Hong Kong, Corea y… Argentina… Oink Oink.

martes, 21 de abril de 2009

Paisajes de Crisis



En mi trayecto diario casa-trabajo tengo la oportunidad de observar el aspecto urbano de la crisis. Conviven los adefesios de Paz Froimovich con las casitas bajas del viejo Santiago. Es extraño como se ha ido configurando este paisaje bipolar. Sólo en la cuadra donde trabajo hay cuatro construcciones que lentamente han ido encerrando y aniquilando las viejas casas de Santiago y su estilo de vida. Donde antes había un almacén de barrio hoy hay una lavandería autoservicio, un Big John o una farmacia coludida.

En el universo íntimo, cerrado sobre sí mismo, de la antigua casa chilena, los techos eran altos y el aire circulaba entre las celosías discretamente entreabiertas y un patio interior. Eran reductos secretos, matriarcales, cuyo intercambio con el exterior estaba marcado por pequeños ritos sociales y religiosos. En su lugar ha surgido un verdadero panóptico de edificios de clase media, donde los sujetos se observan unos a otros desde distintos pisos y perspectivas. Allí donde había unidad de clan (y sus consiguientes tabúes), hay ahora multiplicidad de universos (¿subjetividades?) que se encuentran y comunican a chispazos, desde un anonimato que sólo unifica el registro parcial de las cámaras de seguridad.
El panóptico aspiracional no es centralizado, como en la prisión. Se ha dicho que su interior es una suerte de socialismo de mercado: techos bajos, puertas que no cierran, terminaciones truchas pero que de lejos parecen buenas. Y una sociabilidad de ascensor, parca y fugaz. La dualidad económica del edificio radica en que por él pasan las líneas de demarcación entre inclusión y exclusión, auge económico y crisis. Las grúas operando señalan una economía robusta y dinámica, su paralización lo contrario. La acumulación de departamentos sin vender, el abandono de las faenas y el deterioro de los carteles publicitarios son las señales ominosas de la crisis.

Lo paradojal es que los edificios son necesarios, imprescindibles para el sistema: el dinero que mueven, la masa laboral que absorben, los préstamos hipotecarios y de consumo que se requieren para adquirir cada uno de sus escasos metros cuadrados, por no hablar del rol que desempeñan como instrumentos de normalización individual: el hipotecario te hipoteca, te hace más conservador, cauteloso, calcular y someterte al poder. No se hacen grandes saltos de vida, reinvenciones, emprendimientos cuando estás pagando un bien raíz. Eres un pequeño capitalista, el dueño de un activo que te da derecho a mirar la ciudad desde lo alto.

sábado, 18 de abril de 2009

Adios Trabajo


En 1991, en plena recesión Post Primera Guerra del Golfo, Douglas Coupland escribió Generación X. En uno de los capítulos (no me acuerdo cuál) se mencionaba, en clave irónica, un planeta o planetoide donde todo era 1974. Es una metáfora pop del último año en que los salarios reales crecieron en Norteamérica, y sería interesante saber si en los dieciocho años posteriores al año de publicación de la novela la cosa se revirtió. Mi intuición es que no. Las recuperaciones económicas post-modernas se han caracterizado por ser poco intensivas en mano de obra. Las empresas aprendieron en los 70 a aplicar estrategias de tercerización, y todo lo que no crecieron los salarios fue suplido por el crédito y la palabra mágica, flexibilidad laboral. Millones de personas tuvieron que reinventarse y millones cagaron. Los productos se empezaron a traer desde China y surgió un nuevo proletariado de los servicios: léase vendedores.

Todo este preámbulo para contar que mi hermano se quedó sin pega. Llevaba menos de dos meses y su empleador era una empresa de viajes, filial de una de los grandes Holdings de retail de América Latina. Hablé con él cuando ya había se le pasado el achaque y estaba en la etapa de rabia. Tiene 28 años y se tituló hace menos de dos. Otro amigo, creativo en una agencia de publicidad, también salió cagando. Pero son cabros jóvenes y adaptables y él ya está pensando en becas, irse a regiones, atinar.
Una de las diferencias fundamentales entre esta recesión-depresiva v/s la Gran Depresión, es que hoy nadie sueña con salvarse en el Estado. Que inyecten platas, que bajen las tasas, OK, pero trabajar en una oficina pública nica. Por eso la Marcha de la CUT parece tan anacrónica.

En mi franja generacional cuadragenaria muchos están con el culo en la mano. Están al día con sus pasivos inmobiliarios y de consumo por muchos ceros, pero se quedan sin pega y cagan. El pavor de tornarse redundantes paraliza a la Generación X. En cambio la Y y la Z ya piensan en sus maletas y emprender nuevos caminos. Lo bueno de las recesiones es eso: cuando se es liviano uno puede reinventarse una vida. ¿Con cuánto peso nos pilla esta recesión? ¿Con cuánto nos pillará en veinte años más, cuando las otras dos crisis (la demográfica y la ecológica) estén a full?

jueves, 16 de abril de 2009

Activo Tóxico













Un bloggero con quien comparto oficina (Juan Emar) me preguntaba el significado de este término que circula urbi et orbi. Activo tóxico: bonita palabra para la estación terminal del capitalismo financiero tal como lo conocemos.

Un activo es una promesa. Necesito dinero, cash, ahora, y para ello (empresa o persona) firmo un documento. Pagaré, letra, bono según el caso. El que acepta el documento me adelanta el dinero y se queda con el derecho de cobrarme. Para él es un activo, para mí un pasivo. Pero antes de que el documento venza (madure, dicen los operadores) puede a su vez venderlo o endosarlo. Esa es la gracia de los activos: que mi acreedor los pueden vender. A qué precio, dependerá de mi credibilidad, y del sentimiento general acerca del futuro.
Cuando todas las empresas y las personas, o una masa crítica de ellas, hacen cosas sensatas con el dinero que recaudan asumiendo pasivos, la economía crece y los activos suben de valor. Al que me debe le está yendo bien, por ello puedo vender el bono o la acción a buen precio, por eso los activos se transan en mercados. El mundo tal como lo conocemos descansa en el fino equilibrio entre los activos de algunos y los pasivos de la mayoría.
Por eso la aparición del activo tóxico es una catástrofe. Es un activo que no se puede vender, porque nadie lo quiere. Es un pasivo de alguien (de muchos) tan jodido(s) que mejor olvidarse del asunto. Pero su carácter tóxico radica en que muchos le creyeron en algún minuto. Hipotecas. Bienes raíces. Se juntaba un préstamo con otro, y se formaba un paquete que se vendía en el mercado de activos. Somos los Estados Unidos de América, tenemos el dólar, plata no nos va a faltar nunca, era la premisa para que el suelo norteamericano se revalorizara para siempre. Pero todo sistema tiene su límite y este ya llegó al suyo. Llevaba ya dos décadas inventando nuevos activos: acciones tecnológicas, biotecnológicas, de países emergentes. Ya no quedaban conejos en el sombrero y se inventaron las hipotecas-basura, préstamos hipotecarios tan mulas que sólo juntándolos de a varios (para abultar el balance) podían valer algo.
El activo tóxico mina la confianza global en el sistema, en todos los demás activos. Es un agente de contagio del pesimismo, pues lo que estaba puro a su alrededor se contamina y marchita. Bancos, aseguradoras automotrices, retail, you name it.

No sé si será lo más dramático de la crisis, pero el número de activos creció tanto en las últimas dos décadas, que hizo falta todo un sector demográfico para administrarlos. Claro, son los operadores de activos, y como éstos ya valen apenas una fracción que antes de la crisis, muchos son redundantes. Como los obreros metalúrgicos o del carbón de antaño. Cesantes ABC1, que deben empeñar sus rólex, cancelar las vacaciones en Isla de Pascua y prescindir de los servicios del paseador de perros.

miércoles, 15 de abril de 2009

La Crisis del Dinero






Gonzalo me recuerda que los millones de indigentes en Estados Unidos que son veteranos de las guerras imperiales. Su sumario de crisis es lapidario y me hace pensar en el Far-West, donde los bandoleros son siempre ex soldados de la guerra civil.

La los diarios del mundo titulaban hoy (15/04): PRIMERAS SEÑALES POSITIVAS EN EEUU. Muy significativo: se está constatando que se tocó fondo (lo que está por verse). Bravo, pero ¿cuánto tardará salir de allí? Como en el caso de cualquier individuo o comunidad, años. El sistema no está muerto sino gravemente dañado, y nunca volverá a ser en rigor el mismo. No durante las próximas generaciones.

Persiste en el ambiente la sensación de que salvar a los bancos fue una mala idea. Las autoridades argumentan que, hacer lo contrario, hubiese sido el fin de la vida como la conocemos. Algunos evocarán la festiva canción de REM, pero más conviene pensar en la última vez que los bancos quebraron masivamente en Estados Unidos. Si hoy tomará una década volver vagamente a los buenos tiempos, con los bancos quebrados hubiera sido el doble, el triple o simplemente la implosión. La Tercera Guerra Mundial hubiera sido la Segunda Guerra Civil americana.

Ahora bien, ¿era malo eso? ¿Cuántos de nosotros anhelamos, secretamente, una situación como la del 476 d.C, cuando cayó el Imperio Romano de Occidente? Volver a una vida rústica y real, no mediatizada. En comunidades, con energías limpias y reciclaje. Nada nos impide ir en busca de algo parecido hoy, con o sin crisis. Pero en una implosión social sin retorno, esto deja de ser una opción. ¿Estamos preparados? Al mismo tiempo que lo anhelamos (como sueño perverso o progresista, depende de cada cual), el derrumbe del sistema nos provoca angustia y nos confronta a lo desconocido. ¿La ley se derrumbaría sin el sistema financiero, sin el dinero tal como lo conocemos? ¿Correrían peligro nuestras vidas, nuestros seres queridos?
Las personas no se enteran de la crisis sistémica mientras el dinero (el sistema monetario-financiero) está en auge. Cuando vemos como el salario nos cunde, nuestras propiedades se revalorizan, nuestros fondos de pensión suben y los bancos nos ofrecen financiamiento barato para el más recóndito de nuestros sueños. Apenas este nirvana de plástico se acaba, tomamos conciencia de la virtualidad del dinero.
Saber qué hubiera pasado si los bancos no hubiesen sido rescatados es ya una ucronía, un mundo paralelo.

Aún así la solución adoptada, el bailout (la fianza) no garantiza la supervivencia porque las otras bombas de tiempo sistémicas (la ecológica, la demográfica) siguen activadas.

Economía de la Pérdida




















La economía tradicional no sirve para explicar lo que está ocurriendo. Lo que ocurre desde el 97 cuando saltaron los fusibles en Asia, el 98 con Brasil y el 99 con Rusia, el 2001 con las puntocom y el 2007 con las hipotecas-basura. Es decir, puede explicarlo financieramente, dentro de sus límites estrictamente monetarios. Pero no el hambre y la exclusión, como recela Alberto en piso dos.
Por eso se me ha ocurrido desempolvar el caso más radical de análisis económico que tengo en mis registros.
Es radical porque lo hizo Georges Bataille, autor de textos radicales sobre erotismo, religión y muerte. Bataille dedicó 18 años a investigar y leer textos sobre economía y sociología, pese a que su background era básicamente filosófico y estético. El resultado es un libro extrañísimo, La Part Maudite.
Bataille cuestiona la teoría económica circunscrita a la circulación de bienes materiales y dinero. Pide una teoría económica general y esboza sus principios: se debe tomar en cuenta la circulación de la energía en la tierra. Toda la energía viene finalmente del sol, y los seres vivos la transforman en fuerza económica, en ciudades y sistemas. Pero esta energía es tan inmensa, tan excesiva, que no toda se puede aprovechar. No puede ser acumulada como capital, como sostiene Marx. Este capital negativo, o excedente, debe ser dilapidado, y Bataille saca múltiples ejemplos la historia humana. El gasto suntuario de los ricos es la contraparte del hambre de los postergados. La guerra es la forma más radical de dilapidación, y en civilizaciones como la azteca esta dilapidación era ritual.
Bataille concibió esta aproximación poética de la economía después del gran colapso del sistema, el tándem Gran Depresión-Segunda Guerra Mundial. Era una extraña mezcla de comunista y místico. Hijo de ateos, entró voluntariamente a un seminario y quiso ser cura. Su teoría económica da miedo por su lucidez.
La agricultura fue la primera transformación de la energía planetaria en sistema económico, en nutrición socialmente administrada. Luego se le agregó el resto: la industria, el transporte y las telecomunicaciones. La industria necesitaba energía, se la proveyó primero el carbón y luego el petróleo, la hidroelectricidad, etc. Bataille admite que la energía se ha acumulado, pero no sólo en instituciones productivas como las empresas y las naciones, sino también en otras perfectamente suntuarias como el arte arquitectónico, la ritualidad del Estado y el consumo de las clases ociosas. Cuando el sistema acumula demasiada energía, más de lo que el Estado o los ricos pueden consumir, debe dilapidarla en guerras y en crisis económicas o demográficas.
Pero volviendo al tema original, el de Alberto, supongo que el hambre planetaria está concentrada en África y, en medida cada vez menor, en Asia y en América Latina. En África está la mayor desproporción entre energía humana y riqueza acumulada, entre riqueza natural y precariedad institucional. Tasas de natalidad y mortalidad se emparejan. Todo lo contrario de la ejemplar socialdemocracia escandinava.
Alberto tiene toda la razón, aunque esta crisis financiera pase, el sistema seguirá en crisis. Lo más seguro es que avance hacia una crisis terminal. Los niños soldados asesinos de África son la contraparte de los obesos terminales yanquis, los jubilados franceses que, muy pronto, se quedarán sin sustento. En una generación, en dos, lo que tarde el clima en cambiar.

sábado, 11 de abril de 2009

Universo Paralelo
















Acabo de encontrar en un viejo cajón de mi casa en Viña un artículo de Beaudrillard titulado "Deuda Global y Universo Paralelo". Debe datar de mediados de los noventa, cuando el sistema parecía imbatible tras la caída del muro. El ensayo parte de dos imágenes: el contador de la deuda pública norteamericana, ubicado en Times Square, Nueva York, y el contador de los segundos que faltaban, en aquel entonces, para el cambio de siglo, ubicado en el Centro Pompidou de París.

Cito algunos párrafos decididores a la luz de la debacle actual:
"La deuda circula en su propia órbita, con su propia trayectoria hecha de un capital que, a partir de ahora, está libre de cualquier contingencia económica y se desplaza en un universo paralelo. La aceleración del capital ha exonerado al dinero de toda obligación respecto del universo cotidiano de la producción, el valor y la utilidad. No es ni siquiera un universo orbital: es más bien ex-orbital, ex-céntrico, ex-centrado, con apenas una débil probabilidad de reunirse algún día con el nuestro".

Como se puede apreciar, Beaudrillard describe irónicamente el funcionamiento de los mercados financieros a mediados de la década pasada, cuando el desarrollo de derivados, futuros, opciones y otros mecanismos esotéricos para administrar el riesgo, parecían a punto de perpetuar el sistema capitalista ad infinitum. Y lo hace con un dejo de melancolía.
"Estamos vivos sólo por este desequilibrio, esta proliferación y esta promesa de infinito creada por la deuda. La deuda planetaria o global, por cierto, no tiene sentido en los términos clásicos de capital accionario o crediticio. Actúa como nuestra línea de crédito colectiva, como un sistema crediticio simbólico mediante el cual las pensiones, las corporaciones y las naciones están vinculadas entre sí por default."
Es maravilloso constatar como una inteligencia de una disciplina es capaz de desentrañar los secretos de otra, sin entrar en la minucia. No conozco ningún economista contemporáneo que haya llegado al quid del asunto con semejante lucidez. Ahora nos toca a nosotros responderle a Beaudrillard, quien se debe estar riendo a carcajadas en su tumba: pues sí, Jean, nuestro sistema crediticio-simbólico está quebrado, y el universo paralelo de la deuda se ha finalmente reunido con nuestro universo cotidiano de cuentas, salarios, préstamos hipotecarios y sueños consumistas inviables. Interesante época para estar vivo, ¿no?

jueves, 9 de abril de 2009

La Cultura en Crisis
















Me sumo, modestamente desde mi trinchera económico-marginal, al debate suscitado en torno a la política cultural de un eventual gobierno de Piñera. Mi amigo Andrés la recoge brillantemente en su blog http://citizenalmeida.blogspot.com/.
Viene al caso pues los primeras muestras de financiamiento estatal de la cultura nacieron, precisamente, con la Gran Depresión. Fue el gobierno de Roosevelt, en el contexto de su política de rescate económico, el que creó los primeros fondos federales para artistas visuales, dramaturgos y escritores. En el Federal Art Project de los años 35-43 hicieron sus primeras armas artistas de la talla de Mark Rotko, Jackson Pollock y su futura esposa y manager, Lee Krasner. Como si no bastara con incubar al expresionismo abstacto en pintura, el Federal Theatre Project financió a una nueva generación de dramaturgos de la talla de Orson Welles, Arthur Miller, Elia Kazan y Joseph Losey. Legendaria fue la producción de Macbeth de Welles, con actores negros de un taller de Harlem. Aquí, señores, se hablaba de fascismo, racismo y género cuando estos temas apenas se vislumbraban. El tono de las obras era demasiado izquierdista para algunos miembros del congreso, y el programa fue cortado en 1939.
Pero el paso más decisivo lo dio Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, con la creación del British Arts Council. A diferencia de los fondos norteamericanos, de corta existencia, los ingleses crearon una institucionalidad que existe hasta hoy. Y el responsable de ello fue nada menos que John Maynard Keynes, el economista cuyas doctrinas sacaron al mundo de la Depresión. Que el fisco gaste para compensar el bajón. Y mucho. En Ciencia, en Salud y en Cultura. Keynes era, aparte de homosexual y millonario, miembro del grupo de escritores Bloomsbury, amigo de Virginia Woolf, y un amante de la ópera. Cuesta imaginar a un economista chileno con semejante perfil... Uno que diga: ¿El Royalty? 15 para cultura y en veinte años la armamos.
En Francia, país que se precia de una tradición cultural, el Ministerio de Cultura data recién de1959, y fue creado por De Gaulle a instancias de su gran asesor cultural, André Malraux.
¿Qué puede pasar en un país donde el Estado asume proveer bienes públicos de semejante calado en materia cultural? Primero, gana en respeto, nacional y sobre todo internacional. Llegar a un país con buenas políticas culturales es llegar a un país entretenido. Y eso se paga con o sin crisis. Ciudades donde hay cuento, obras de teatro, música y artes visuales de calidad, espectáculos y oralidades urbanas potentes.
Segundo, una política cultural seria crea una economía de la cultura, tan validada y relevante en el PIB como la pesca, la agricultura o la industria hotelera. El que haya estado en Avignon o en Edimburgo durante sus respectivos festivales sabrá a lo que me refiero. O en Cartagena de Indias. Huevadas serias, como diría Marcelo Mellado.
No soy de los que piensan que la Concertación lo haya hecho suuuuper bien en materia de cultura. Todavía no veo al Pollock o al Orson Welles chileno. Todavía no veo al Alexis Sánchez de la neoplástica escritural chilena. Pero entregar estas decisiones a la galería no es simplemente torpe y tonto, es criminal. Es la típica ceguera de los nuevos ricos, que no son capaces de reconocer que la verdadera riqueza de un país está en su historia y en sus discursos. No en el rolex. Mal por Piñera, considerando que del otro lado no hay nada.

miércoles, 8 de abril de 2009

El Abismo











Desde Alrington, Virginia, donde están enterrados los caídos de todas las guerras, Gonzalo da cifras frescas y globales de lo que ha recabado este bloggero: 25 millones de empleados y subempleados hay hoy en Estados Unidos. Gonzalo (http://sweethomealameda.blogspot.com/) explica como se armó el tinglado regulatorio que permitió la especulación, que desemboca en esta masacre, termina recordando la fórmula clásica del sistema cuando está en crisis: socializa las pérdidas.

Es que no quedaba otra, Gonzalo. Era eso o Armagedón. En el podcast del Guardian de hoy (8/04/09) un personaje decía: “a los banqueros, la cárcel, pero los bancos somos nosotros: nuestras cuentas corrientes, fondos mutuos, pensiones”. En el mismo medio, mismo soporte, escuché a Polly Toynbee tirar el dato freak: durante el octubre negro del año pasado, la autoridad financiera inglesa estuvo a horas de decretar el cierre de los cajeros automáticos de Londres. Toda la liquidez diaria del sistema había sido succionada. Los gobiernos sabía que era eso o… (llene con su imagen apocalíptica preferida).
El sistema no estaba en condiciones de dejar morir los bancos porque la mayor parte de la (supuesta) riqueza del sistema, es inmaterial. En las crisis anteriores, la del 30 sin ir más lejos, existía el patrón oro. El circulante reflejaba los stocks nacionales de metal. Desde 1971 ese sistema no existe. Lo abolió Richard Nixon…Y desde entonces el sistema se basó, implícitamente, en el dólar fuerte. Los países comenzaron a saldar su intercambio comercial y financiero en dólares. Pero, para que hubiera dólares suficientes en todo el mundo, EEUU tenía que ser el principal consumidor mundial de alimentos, línea blanca, vestuario, turismo, informática, telecomunicaciones. Todas las categorías, todos los países tenían una cuota de mercado en esta vasta frontera. Especialmente el lujo, el placer. Francia, Italia, pero también Chile con sus salmones estresados y su uva de mesa. American Psycho es el retrato más descarnado del sistema. Ojo con la descripción de lo que comen. Por ahí creo que hay frambuesas chilenas (¿O es en Generación X, de Coupland...?)
El dólar fuerte provocó la desindustrialización de Estados Unidos. Más caro que las otras monedas, tornó inviable producir neumáticos, computadores, cámaras fotográficas y autos, por no hablar del cobre. Pero a las multinacionales ni les hizo cosquillas. Llevaban décadas lidiando con el engorroso problema del sindicalismo, con las engorrosas regulaciones de los años 30. Sabían que podían producir todo aquello en Brasil, México o algún país de Asia… Recuerda, Gonzalo, que Nixon, el anticomunista furioso, fue el primer presidente en reestablecer relaciones con Chinax de Mao…

Un dólar fuerte les permitió a los norteamericanos, durante los últimos treinta años, gozar de un estilo de vida sin parangón en la historia humana. China y el Mundo Emergente (Eufemismo de Tercer Mundo) comenzó a proveerlos de artículos baratos. El déficit tenían que financiarlo por otro lado. Y ese es el quid del asunto. Esa es la madre del cordero. Y tal vez la base de la solución.

martes, 7 de abril de 2009

Se viene, se viene...














El IMACEC de febrero fue contundente. La economía lleva ya dos meses contrayéndose y con dos más ya estaremos técnicamente en recesión. Capaz que ya estemos, pero el sistema de medición sólo permite saberlo con dos meses de rezago, o sea, Junio.
Lo chistoso es que hablar de recesión técnica equivale a decir recesión oficial, sancionada por los protocolos del Estado. Pero las grandes empresas no necesitan ese dato, y si no pregúntenles a los exportadores, que fueron los primeros en darse cuenta de cómo venía la cosa. A nivel interno, sólo Falabella, Ripley o París saben a cabalidad hoy la magnitud de lo que se acerca: ventas down, morosidad up. Aún así estamos en una suerte de realismo mágico, donde no se detectan aún las reacciones ni síntomas de la crisis del 99. Esta vez hay platas fiscales, menor déficit de cuenta corriente y un ministro que no se limita a decir "Hay que Cuidar la Pega", como el de aquella época, sino a romper el chanchito y ponerse rápido.
Para dar una idea de la magnitud, dicen The Guardian que en Londres ya se instalaron casas de remate cerca de la city. Los yuppies desempleados van y empeñan sus rolex: para comer. Más claro echarle agua, ¿no? Ese 15% o menos de la población mundial que movía la economía, ahora está desnuda. Los que creyeron en los Madoffs de todas las plazas financieras del mundo, los jóvenes amos del universo están sin ni uno.
Por supuesto, esto no es tan así. Fred Goodwin, presidente del Royal Bank of Scotland (sucursal en Apoquindo, por sino lo saben) se llevó una pensión de US$ 1 millón anual y no hay manera legal de obligarlo a que los devuelva. Y eso que el banco perdió más 30 mil millones en el último ejercicio. Como Goodwin hay muchos, y uno se pregunta por la perversidad de los incentivos que hacían funcionar el sistema, sobre todo cuando la solución para el problema de rentabilidad de este y muchos bancos ha sido echar funcionarios y pedir que el Estado los rescate.
Hace poco el novelista español Juan José Millás una brevísima viñeta en El País. En ella afirmaba que antisistema no son los chiquillos que se enfrentan con la policía, pues al menos les dan trabajo a los agentes del orden. Antisistema es el banquero, el corredor de bolsa, el supervisor fiscal que mira para otro lado. Antisistema es el sistema, que equivale a decir que el hígado es el anti-hígado. Todo lo cual nos remite a la viejísima cuestión de la ética, a Platón y Aristóteles.

sábado, 4 de abril de 2009

¿Crisis permanente?


Con mi amigo Alberto sostuvimos un debate: si el sistema está en crisis ahora o si la crisis es permanente. El argumento de Alberto es que la mitad de la humanidad pasa hambre. El sistema aún no es capaz de asegurar el sustento de todos nosotros, y eso es síntoma de crisis. Me pedía Alberto la mirada fría del economista, y mi respuesta es que no. La existencia de hambrientos no es síntoma de crisis del sistema, por cuanto el hambre le es insubstancial. De hecho, proporcionalmente hay menos personas pobres que hace cincuenta o cien años.
Vamos, que el sistema se basa en la acumulación y no en la distribución. Mientras más acumulan algunos, la mayoría se puede beneficiar cortando el pasto o paseando perros, en su escala más básica. El sistema está en crisis porque su premisa acumulativa básica, los instrumentos financieros, colapsó. Y porque Estados Unidos, el territorio primordial de esta acumulación, ya no es viable.
El motor del sistema era el consumo de los norteamericanos, cuya producción interna no basta para saciar sus apetitos. El déficit comercial y fiscal norteamericano se basaba en endeudamiento externo. Los países que le venden productos y servicios a los gringos, particularmente China, son los mismos que invertían sus excedentes en las bolsas norteamericanas. Los fondos chinos son los principales acreedores del gobierno USA. Pero los gringos ya no pueden seguir comprando. Seiscientos mil norteamericanos pierden sus empleos cada semana, desde que comenzó la crisis. Seiscientos mil norteamericanos que tienen que cancelar sus vacaciones en Chile, dejar de comprar salmón noruego o vino francés.
Mientras los norteamericanos engordaban, millones de chinos, asiáticos y de latinoamericnanos salían de la pobreza. Y eso, lejos de ayudar al sistema, lo ha hundido más. Menos personas con hambre significa una mayor demanda por alimentos, agua potable, combustibles fósiles cuyo suminsitro el sistema no está en condiciones de asegurar. Proyectando las tasas de crecimiento demográfico y reducción se la pobreza, los expertos auguran que, para el 2020, la cosa se pondrá peluda. Ya los stocks de alimentos están a su nivel más bajo de los últimos 50 años: un 15% de la demanda mundial. ¿Se dieron cuenta de cómo subieron los precios el año pasado?
Que haya hambrientos y que mueran, que se maten en sangrientas guerras civiles y religiosas, no es un síntoma de crisis. Todo lo contrario, le dan oxígeno al sistema.
Alberto profundiza su inquietud sobre la ética de un sistema como el nuestro (horrible usar el nostros, pero no nos hagamos los de las chacras) en su blog http://pisodos.blogspot.com/