martes, 7 de abril de 2009

Se viene, se viene...














El IMACEC de febrero fue contundente. La economía lleva ya dos meses contrayéndose y con dos más ya estaremos técnicamente en recesión. Capaz que ya estemos, pero el sistema de medición sólo permite saberlo con dos meses de rezago, o sea, Junio.
Lo chistoso es que hablar de recesión técnica equivale a decir recesión oficial, sancionada por los protocolos del Estado. Pero las grandes empresas no necesitan ese dato, y si no pregúntenles a los exportadores, que fueron los primeros en darse cuenta de cómo venía la cosa. A nivel interno, sólo Falabella, Ripley o París saben a cabalidad hoy la magnitud de lo que se acerca: ventas down, morosidad up. Aún así estamos en una suerte de realismo mágico, donde no se detectan aún las reacciones ni síntomas de la crisis del 99. Esta vez hay platas fiscales, menor déficit de cuenta corriente y un ministro que no se limita a decir "Hay que Cuidar la Pega", como el de aquella época, sino a romper el chanchito y ponerse rápido.
Para dar una idea de la magnitud, dicen The Guardian que en Londres ya se instalaron casas de remate cerca de la city. Los yuppies desempleados van y empeñan sus rolex: para comer. Más claro echarle agua, ¿no? Ese 15% o menos de la población mundial que movía la economía, ahora está desnuda. Los que creyeron en los Madoffs de todas las plazas financieras del mundo, los jóvenes amos del universo están sin ni uno.
Por supuesto, esto no es tan así. Fred Goodwin, presidente del Royal Bank of Scotland (sucursal en Apoquindo, por sino lo saben) se llevó una pensión de US$ 1 millón anual y no hay manera legal de obligarlo a que los devuelva. Y eso que el banco perdió más 30 mil millones en el último ejercicio. Como Goodwin hay muchos, y uno se pregunta por la perversidad de los incentivos que hacían funcionar el sistema, sobre todo cuando la solución para el problema de rentabilidad de este y muchos bancos ha sido echar funcionarios y pedir que el Estado los rescate.
Hace poco el novelista español Juan José Millás una brevísima viñeta en El País. En ella afirmaba que antisistema no son los chiquillos que se enfrentan con la policía, pues al menos les dan trabajo a los agentes del orden. Antisistema es el banquero, el corredor de bolsa, el supervisor fiscal que mira para otro lado. Antisistema es el sistema, que equivale a decir que el hígado es el anti-hígado. Todo lo cual nos remite a la viejísima cuestión de la ética, a Platón y Aristóteles.

1 comentario:

  1. La economía de EEUU perdió 663 mil empleos en marzo. Es decir, unos 30 mil puestos de trabajo por cada día laboral. El desempleo está en 8,5 por ciento oficial, pero se dice que si se suman los subempleados y aquellos que dejaron de buscar trabajo, la cifra llega al 15,6 por ciento o casi 25 millones de estadounidenses.

    Mientras tanto, y tal como mencionas, ejecutivos y CEOs de compañías beneficiadas con el plan de salvataje siguen recibiendo bonos millonarios que no guardan relación alguna con su desempeño al mando de estas mismas empresas. Los accionistas, al menos en EEUU, ni siquiera tienen el poder de fijar límites a la compensación, bonos y jubilaciones que estos directores se auto designan.

    Este fenómeno se remonta a por lo menos tres décadas atrás, cuando empresas y lobistas comenzaron la ofensiva para desdentar a las agencias regulatorias como la SEC. De a poco se institucionalizó un patrón de conducta en que las juntas de directores operaban sin supervisión, recurriendo a trucos contables como las operaciones fuera de balance y utilizando el dinero de inversionistas y fondos de pensión para comprar y vender lo que ahora se ha dado en llamar “activos tóxicos”.

    Lo más triste es que la fórmula de socialización de las deudas y privatización de las ganancias, tan familiar en otras partes del mundo como Chile, recién debuta en estos mercados supuestamente mejor regulados. Otro paralelo con la situación de los países subdesarrollados es la absoluta pasividad con que el público parece tomárselo y cómo la clase política sólo hace gestos de indignación (p. ej: el intento al parecer abortado de quitarle el 90 por ciento de los bonos a los ejecutivos de AIG) pero en general no hay un interés sincero de reformar (y mucho menos cambiar) el sistema.

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