jueves, 14 de junio de 2012

Capitalismo bipolar



Qué maravilloso debe ser pertenecer a una élite que no debe rendirle cuentas a nadie, que puede administrar, transferir, enajenar y vender activos públicos a parientes y amigos, sin más límites que la imaginación y el pudor. Pienso en los años dorados del PRI (y en las sabrosas privatizaciones de Salinas de Gortari), en las autocracias árabes, en la oligarquía poscomunista rusa. Pero también en la posdictadura chilena, cuando todos bailábamos tecno o grunge y apenas nos interesaba lo que su publicaba en el Diario Oficial. Son momentos en que se junta el hambre con las ganas de comer, cuando se puede ser probo y corrupto, oscuro y transparente a la vez. Cuando el discurso oficial es que la gente solo quiere estabilidad y hay carta blanca para hacer de todo.

Debemos estar agradecidos de no vivir tiempos así. La alternancia política en Chile ha sincerado muchas cosas y hoy es posible ponderar, por ejemplo, los Contratos Especiales de Operación de Litio (CEOL). En el tiempo en que “la gente solo quiere estabilidad” los CEOL habrían pasado perfectamente piola, una nota breve en alguna publicación de economía y negocios. Hoy se discute qué tan buena idea es esto de entregar (regalar) el recurso a cambio de un royalty de un 7%. Muchos se preguntan por qué un coloso minero como Codelco apenas manifiesta interés en el negocio.

Algunas pistas: el subsecretario de minería Pablo Wagner señaló hace un año que “la nacionalización del cobre es un error histórico”. Wagner estudió en la Univesidad Católica, trabajó en el Penta, hace clases en una universidad privada y es militante de la UDI. Hombre sincero, recién asumido en el cargo declaró a Minería Chilena que uno de sus objetivos era “hacer que el litio deje de ser un mineral estratégico y pueda explotarse de una manera más profunda”.

¿Cómo la crianza de cerdos, por ejemplo?

Desde entonces Wagner está más cauteloso y ha dejado de darse gustitos ideológicos con micrófono abierto. Y está promocionando los CEOL como esos vendedores de seguros que le interrumpen a uno la mañanana o el almuerzo. ¡Aproveche! ¡Mañana será tarde!Tenemos litio para 1.500 años, pero tenemos que explotarlo ahora o perderemos el liderazgo ante Argentina, Bolivia, Afghanistán o Australia.

¿Codelco? No se preocupoe, ciudadano o ciudadana, Codelco tiene su boliche de litio en el salar de Pedernales, solo que no le interesa explotarlo. ¿Impuestos? El Estado cobrará la friolera de US$ 350 millones... durante 20 años.

Esa misma lógica mercantil (vender el recurso rápido y barato para ser el mero mero de un negocio de volumen), pasa por alto que el litio es un commodity y su aporte a la economía verde (vehículos eléctricos) es marginal. Del orden de 1 a 500. Así que, Wagner y amigos, vamos regalando la harina que ya nos tocará comprar de vuelta el pan.

Mientras tanto, su superior directo, el ministro de minería Hernán de Solminihac, debió inhabilitarse en la discusión por el futuro de la explotación del litio por su parentesco con un alto ejecutivo de Soquimich, principal productor del recurso a nivel mundial, una empresa privatizada por Pinochet y dirigida desde entonces por un pariente político. Pero no nos deprimamos, que el litio ayuda, y Soquimich y algunos aliados nipones y coreanos crearon ya un centro de investigación. Para que algo de pan produzcamos.

Baterías. Remedios. El flagelo de la depresión. El cambio climático y los autos híbridos. Las elites endogámicas. Los errores históricos. La maravillosa aventura de enriquecerse a costa del Estado y luego ejercer e docencia y el mecenazgo cultural.

domingo, 3 de junio de 2012

El Amanecer de los Zombis



Una semana mala para los mercados y pésima para el presidente Barack Obama. Una semana en que dos casos aislados y chocantes de canibalismo urbano estremecieron a Estados Unidos. Dos en un país de más de 300 millones de habitantes no es mucho, y su visibilidad exagera, quizá, el alcance real de las enfermedades mentales severas. Y, sin embargo…

Según datos de la Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, por su sigla en inglés), un 4% de la población estadounidense sufre alguna enfermedad mental grave. En el segmento de entre 18 y 25 años es el porcentaje es el doble. Los hombres duplican a las mujeres, y por raza, los más afectados son los mestizos, seguido de blancos y negros. Un 1,2% padece de personalidad límite (borderline), 1,1% sufre de esquizofrenia, 2,6% de bipolaridad y 6,7% son víctimas de depresión severa. Las cifras son de hace 4 años, o sea, antes de que comenzara la recesión.

Sin entrar a comprara estas estos datos con los de otros países desarrollados o emergentes (digamos, Chile o Suecia), lo grave es que se producen en una nación sin un sistema público universal de salud. Un país donde una porción significativa de los ciudadanos considera tal cosa una siniestra e inaceptable intromisión socialista en sus vidas. Un país donde muchos de los individuos que requieren atención médica urgente tienen, sin embargo, acceso legal a armas de fuego.

Hace algunos meses Jill Lepore publicó en el New Yorker una genealogía política de la II Enmienda y sus defensores. Descubrió que el espíritu de la ley era permitir la formación de milicias para la defensa del territorio en caso de invasión extranjera. Que su articulación como programa político de derecha, al igual que la militancia contra el aborto, nació durante las guerras culturales de los sesenta y setenta. El caso de la ley de salud mental de Alaska es sintomático. Dar salud mental gratuita a los habitantes de este remoto e inclemente territorio polar era parte de un complot totalitario.

Hoy una ley federal de acceso a la salud mental sería acusada de totalitaria por los malos lectores de la señora Ayn Rand, cuyo “objetivismo” individualista y libertario opera, para estos efectos, como una verdadera ideología de la anti-empatía. Si sufres alucinaciones, angustias, trastornos del sueño, ansiedad, cambios de ánimo violentos, si temes a tu vecino o estás convencido de que te observan, es tu problema. Si tienes un arma es tu derecho. Yo pago mis impuestos.

Reconozco que puedo estar cargándole los datos injustamente a Miss Rand y sus seguidores, y que el problema tenga una dimensión mayor, más allá incluso a los sistemas económicos y de las políticas públicas. En una sociedad socialdemócrata como la Noruega un supremacista blanco seguidor de los templaros asesinó a sangre fría a setenta personas. Y en Canadá, donde sí existe salud socializada y universal, un actor porno descuartizó a su pareja y filmó, según la policía, actos necrofílicos con los restos, para luego mandarlos por correo a las sedes de los dos principales partidos políticos del país. Esto ocurrió la misma semana de los ataques caníbales en EE.UU., y mientras decenas de miles de estudiantes marchaban en Montreal contra el alza de las matrículas universitarias.

Tal vez haya que buscar las pistas para este tipo de violencia en otra parte, en Deleuze y Guattari, por ejemplo, en el viejo Freud, o en las obras maestras que filmó Fritz Lang a meses de que Hitler subiera al poder. Una de ellas tiene la capacidad de aterrorizarme más que cualquier película contemporánea de asesinos seriales, y me refiero a M, el Vampiro de Düsseldorf, basada en los crímenes de Peter Kürten (en la foto de encabezado de este post). Kürten asesinó violó a mujeres y niñas el mismo año en que se produjo el crash de Wall Street. Fue condenado a muerte y ejecutado meses antes de que Hitler llegara al poder. Y compartía con este el bigotillo recortado.