jueves, 9 de septiembre de 2010

200 Años

¿Qué es un Estado? ¿Es el Estado chileno algo más que una maquinaria de leyes que cumple doscientos años? Al no ser jurista ni politólogo, solo tengo la intuición de que los Estados son una realidad que se mueve poco: que el nacimiento del Estado es como la explosión de una supernova: algo que ocurre rara vez y cuyas consecuencias se extienden durante generaciones.

Leo que los Estados Modernos nacieron en 1648, en el tratado de paz de Westphalia, y que luego hubo tres grandes canteras: la independencia americana, la descolonización post Segunda Guerra y la implosión de la URSS en 1991.

Hoy existen varios Estados de facto, que operan en los márgenes de la legalidad internacional. Se trata de territorios con población permanente, gobierno autónomo, símbolos propios e incluso moneda nacional, pero que no están reconocidos por ningún miembro de la comunidad internacional, o solo por unos pocos.

El más emblemático es Somalilandia, una región escindida de Somalia en 1991. Ningún país se ha dado por enterado de su existencia, aunque tiene 3.5 millones de habitantes y banco central (7.500 chelines somalilandeses equivalen a un dólar).

Igual de singular es el caso de Nagorno-Karabak, Transnistria, Abkhazia u Osetia del Sur, una serie de modestas repúblicas del Cáucaso y Europa del Este, que parecen salidas de algún libro de Italo Calvino.

Transnistria es teóricamente parte de Moldavia pero tiene su propia moneda y un vistoso escudo en el que todavía destella, como en sus mejores tiempos, la hoz y el martillo. La economía es tan precaria (el presupuesto nacional es de apenas US$ 246 millones) que las compañías transnistrianas tienen que registrarse en la madre patria moldava para poder exportar.

Nagorno-Karabak es una antigua región de Azerbaiyán poblada mayoritariamente por armenios. A pesar de las heridas de guerra (unas 40 mil personas murieron entre 1988 y 1994) es un país bastante democrático para los estándares de la ex URSS. La economía es minúscula (US$ 260 millones, poco más que la facturación de Tur Bus del año pasado:) Usan la moneda Armenia (el dram) y solo tiene relaciones diplomáticas con Transnistria.

Abkhazia está un poco más inserta en al comunidad internacional. En su capital Sukhumi, un pueblito costero de 43 mil habitantes, solo hay cuatro embajadas: las de Rusia, Venezuela, Nicaragua y Nauru (una isla del Pacífico sur), los mismos que han reconocido a Osetia del Sur. Ambas viven de la inversión rusa y de la ayuda humanitaria.

A esta lista hay que agregar otra aún más freak: los Estados de Corta duración: La república de Ezo, reducto samurai en la isla Hokkaido aplastada por las tropas imperiales en 1869; la república autónoma de Cundinamarca, con capital en Bogotá; la república juliana, en el actual estado brasileño de Santa Catarina; la república federal centroamericana.

Estados fugaces y microestados de pacotilla como la república de Kenney. Duró siete meses y su territorio comprendía un pueblito de 325 habitantes en el estado de Minnesotta, que declaró su secesión en 1977 para recibir ayuda internacional y reparar su sistema de alcantarillado. O la República de la Isla de la Rosa, una plataforma flotante sobre el Adriático, cuya lengua oficial era el esperanto. Alcanzó a acuñar su propia moneda hasta que fue suprimida violentamente por el Estado italiano en la persona de cuatro carabinieri y un escuadrón de ingenieros navales que la dinamitaron sin más en 1968.

Hoy son muchos los estados sin reconocimiento pleno. Solo 22 países reconocen a Taiwán y 20 no reconocen a Israel. Nadie sabe cuántos han reconocido al Estado palestino, aparte del Vaticano y los miembros de la Liga Árabe. El Sahara Occidental (antes español) fue reconocido por 83 países pero muchos se retractaron. Kosovo ya lleva 69 reconocimientos y Chipre del Norte solo 1 (Turquía).

En el parlamento de Quilín (1641, o sea 7 años antes que el tratado de Westphalia) la corona española reconoció tácitamente a la nación mapuche. Firmó con sus representantes un tratado vinculante de límites territoriales. La república chilena los reconoció también, aunque a regañadientes (basta mirar un mapa de la época). Sin embargo, lo fue violando de manera más o menos encubierta hasta llegar al despojo final. Somos responsables (soy responsable) de una ignorancia cómplice con este proceso que hoy es problemático y tiene a 34 hombres (ciudadanos chilenos, aunque no les guste) dispuestos a morir si no se les escucha. ¿Qué dirán si los escucha el Estado? ¿Se sienten felices y protegidos los abkhazianos por su microestado? ¿Se sienten desamparados los georgianos en Osetia del Sur? ¿Los azerbaijanos en Nagorno-Karabak? Mayorías y minorías, fronteras visibles e invisibles, empoderamientos y exclusiones. Tal vez los anarquistas no dejen de tener razón.