miércoles, 21 de abril de 2010
¿También tú, Evo?
Parece que ningún tradicionalismo se salva. Ningún regreso a un supuesto origen, ni el Corán, ni la Biblia, ni las tradiciones Aymaras. El cardenal y el ayatolá pusieron lo suyo, ahora es el presidente indígena de Bolivia diciendo sandeces.
En el loable intento de defender la agricultura tradicional de su país, Evo Morales demoniza a los alimentos transgénicos, específicamente aves, con provocar calvicie y conflictos de identidad sexual en el varón.
¿Cómo explica entonces a los homosexuales vegetarianos? ¿A las mujeres calvas? ¿Dijo lo que dijo o fue el muchacho de la agencia France Press que tergiversó sus palabras? Imagino a los poetas progresistas gay de La Paz y Santa Cruz tomándose la cabeza a dos manos, a los organizadores de congresos alternativos pidiéndole explicaciones a sus compañeros campas y kollas.
Con los medios discursivos rústicos que lo caracterizan, Evo ataca sin embargo a una de las industrias más oscuras de la humanidad. En los últimos años grandes empresas multinacionales han patentado aspectos completos del genoma vegetal y agropecuario del planeta. Son los productos frescos que consumimos en los supermercados, hectáreas y hectáreas plantadas con frutos que no germinan como los demás, que desarrollan o inhiben genes específicos para ser más grandes, más dulces, más resistentes a los bichos.
Mientras tanto los cultivos milenarios y las culturas que viven de ellos van siendo desplazados, arrinconados: no pueden pagar los royalties.
En la magistral ficción de anticipación Oryx y Crake, Margaret Atwood imagina una economía completamente dominada por empresas de biotecnología, cuyos científicos viven vidas de reyes en unos condominios blindados. Algo así como La Dehesa, pero con puros PhDs en bioquímica.
En los laboratorios de estas empresas se crean cerdos hinchados (pigoons) con genes humanos para extraerles órganos; perros-lobos (wolvogs) de aspecto tierno pero instinto cazador para la industria de la seguridad, capaces de desgarrar la garganta de un sospechoso. Pero lo más radical son los chickie-nobs, trozos de carne blanca y tubular, desprovistos de sistema motriz. Son pechugas de pollo en estado vegetativo, sin cabeza ni cerebro, capaces tan solo de sorber nutrientes a través de una abertura mínima en la barriga antes de ser faenadas y transformadas en hamburguesas y todo tipo de snacks.
Evo tiene razón y no la tiene. Es triste lo suyo, porque perpetúa la máxima maquiavélica, banaliza un problema mundial usando prejuicios autóctonos para convencer a su electorado. Ya podemos imaginarlo miembro fundador de un eventual eje Teherán, Roma y La Paz. Usted póngale nombre.
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Una lástima lo de Evo, y una demostración de lo lejana que es la tolerancia sexual, porque puede que esté en el discurso, pero su contradicción aflora al más mínimo descuido del inconsciente.
ResponderEliminarUna buena mariconada la que se mandó Evo.
Seré abogado del diablo:"tiene razón y no la tiene", eso me huele a una descripción de todos nosotros. Las sandeces de Evo, además, son consistentes con la dirección de su discurso global: no-occidental, localista, indigenista, tribalista. En este conjunto de conceptos la homosexualidad no tiene espacio, la calvicie tampoco, pues es un rasgo europeo. Por otro lado ¿es posible tener el poder y no ser maquiavélico? ¿No será que teníamos hipervalorado a Evo y le estamos pidiendo más de lo que puede dar?
ResponderEliminar... hipervalorado estaba. Los localismos, los purismos tienen ese peligro. Todo puede devenir un relato global y excluyente...
ResponderEliminarInteresante la reflexión de Carlos, que nos redirige la mirada al ser humano y su entorno.
ResponderEliminarEvolutivamente dejamos de ser manada hace miles de años, pero todavía no nos manejamos en el silabario del libre albedrío y la autoresponsabilidad. Si no, pensemos en todos los "ismos" que nos acechan y todos los "acontecimientos globales" que nos amenazan