
Cuando Economista Marginal era un simple estudiante de pregrado en el convulsionado Valparaíso de los 80, una cosa le llamaba la atención de la disciplina. De la manera de modelar la esfera micro y macro solo cabía sacar una conclusión: que las rentas del capital siempre crecen por encima de los salarios.
En Chile corren hoy ríos de tinta y acusaciones cruzadas por la encuesta CASEN. Mucho más relevante es el informe de brechas de ingreso de la OCDE, que pasó casi desapercibido salvo por un buen artículo del Diario Financiero y notitas marginales en el Decano y en el Aspiracional.
La OCDE llega a una conclusión apabullante: en los últimos veinte años casi todos los países de mayor desarrollo han visto crecer la brecha de ingreso entre quintiles. Los pobres y la clase media se han empobrecido y los ricos son más ricos a pesar de la crisis de 2008. Compruébelo usted mismo país por país, salvo contadas excepciones como la francesa (vilipendiada y caricaturizada por The Economist y sus seguidores).
Cruce estos datos con los de la matriz del programa Doing Business del Banco Mundial y váyase a la sección “impuestos pagados como % de las utilidades” y verá como la tributación corporativa en Chile es un regalo de Dios. Ojo que el dato se refiere a impuestos pagados y no al IVA, que es meramente recaudado por las empresas.
Lo que nos lleva a la pregunta que nos corresponde a nosotros como genuinos aspiriacionales que somos: ¿qué país del mundo ha salido de la pobreza en base a un sistema económico determinado? Peor aun, en qué país el neoliberalismo ha ayudado de manera determinante a estrechar la brecha de ingresos y, al mismo tiempo, crecer.
La terrible respuesta es que ninguno: cero.
Los ingleses le rinden culto a Adam Smith, pero debieran poner en el mismo pedestal a su querida Commonwealth, notable eufemismo para decir Imperio. Rentas si no gratuitas, a bajísimo costo por el solo hecho de plantar una bandera y reivindicar la dolorosa responsabilidad del hombre blanco. Francia, monárquica, imperial o republicana, pero estatista hasta la médula e imperialista de corazón. Bélgica, con el coto de caza privado de su rey Leopoldo en el Congo, uno de los genocidios más infames y desconocidos de la historia. Y Norteamérica, tierra de los libres… Michael Moore ya lo dijo todo en su brillante historia resumida: le robaron sus tierras al nativo y su trabajo al africano, por no hablar de la mitad de la republica mexicana. Se le llama acumulación, y su magnitud en sangre, sudor y lágrimas hace palidecer todo lo que pudieron contribuir los grandes científicos e innovadores de estas naciones, que por cierto fueron muchos.
El crecimiento económico, mantra de los economistas, crea hoy empleos precarios bajo la tutela operativa del outsourcing o internacionalización. La sindicalización es una mala palabra y los sistemas educacionales fallan en lo básico: ensenar a pensar y a mirar, estimular las habilidades adaptativas y las soluciones no convencionales
Frente a este panorama siniestro, el candor y entusiasmo con que nuestras élites abrazan el modelo resulta casi ofensivo. Sube la pobreza, aumenta la brecha y se echan la culpa unos a otros. Que no hay plata para un sistema de salud público. Que no hay para subsidios. Que los programas están mal focalizados. Un poquito de vergüenza.