martes, 27 de julio de 2010
Toma Chocolate
El Economista Marginal se ha podido dedicar, por fin desde el Mundial, a asuntos más serios y de su competencia que el control mental de las masas por una pelota (el Complot Adidas).
¿Le gusta el chocolate? Pues sepa usted, dama o varón, que su placer es el sufrimiento de millones de trabajadores del Tercer Mundo, que extraen el fruto en regiones tropicales de África y América Latina, y la ganancia millonaria de unos pocos especuladores afincados en esa bella y excitante ciudad llamada Londres.
Sepa usted, si no lo sabe ya, que el chocolate es un subproducto de la mantequilla de cacao, extraida a su vez de la semilla fermentada de la Theobroma cacao.
Como cualquier commodity agrícola, el cacao ha experimentado unas alzas de precio brutales en los últimos cinco años.
¿Oferta y demanda? Sí y no. El mundo no solo tiene hambre dura, la que marca la supervivencia. También tiene hambre de placer, y en los países emergentes de Asia y América Latina, la demanda por chocolate aumenta cada año al ritmo de San Valentín y otros ritmos de apareamiento burgues. A pesar de lo que le digan los economistas, este mercado (el de los alimentos) no es transparente. Lo manipulan unos pocos y, en el caso del cacao, tiene un nombre: Armajaro.
Armajaro es una empresa de corretaje financiro británica, especializada en cacao, azúcar y café, o sea, tres de las cosas más agradables que ofrece la vida aparte del sexo. Tiene unos mil empleados, y hace ocho años compró el 5% de la producción mundial. Con esta operación hizo subir el precio a un nivel record de USD 2.220 por tonelada, ganando US$ 82 millones en la pasada.
Armajari acaba de hacer lo mismo hace unas pocas semanas. Esta vez por un 7% de la producción mundial de cacao. No entraremos en las complejidades de un contrato a futuro por 240 mil toneladas; solo cabe mencionar que con esta cantidad se puede cubrir la demanda estadounidense de unos 6 meses.
Teóricamente los contratos futuros fueron diseñados proteger a los productores y consumidores de las fluctuaciones de precios, de las tormentas, sequías y otros desastres naturales. Pero en la práctica ocurre lo contrario. No solo la demanda por alimentos está desbalanceada por el cambio climático y el creciente poder adquisitivo de las clases medias en Asia y América Latina. En medio están los especuladores, ganando, y los trabajadores en Costa Marfil, Ghana, Indonesia y Nigeria al límite de la subsistencia (los brasileños, ecuatorianos y dominicanos estarán un poco mejor, pero ni tanto).
Todo esto, querido consumidor(a), nos lleva al tema de la empatía. Sea usted consumidor de Garoto o de Varsovienne, su placer es la riqueza de unos pocos y el hambre de muchos. ¿Podemos lograr un sistema más armónico que el actual?
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...demonios, el bien y el mal nuevamente disfrazado con el mejor atuendo.
ResponderEliminargracias por el artículo!
rodrigo.
Un post clarísimo, hay que decirlo. En efecto, gran parte de los commodities que consumimos vienen de países con institucionalidad muy débil en el campo laboral y por lo tanto en situación de explotación abierta. Ya es hora de que los movimientos de consumo responsable y regulación financiera empiecen a tomar fuerza. Un paradigma nuevo que establezca necesidad=/=placer también.
ResponderEliminarPero Carlos!!! estás convertido en un puritano de la justicia... Deja al pobre oficinista disfrutar su garoto en paz, los análisis holísticos son de vértigo, al final no dejan ni un espacio para la boba inocencia. Así, tomar agua ya sería un pecado... mi amadísimo sumo pontífice y profeta del desmadre capitalista. Os invito al pecado que, cuando es grande, trae también gracia en abundancia, Amén
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