lunes, 21 de junio de 2010
El futbolista Perfecto
En su novela El Embalse (1987), Cesar Aira describe un delirante complot de la cúpula militar argentina para crear al futbolista perfecto en base a radiación y hormonas de gallina mutante. Una suerte de Golem futbolero capaz de salvar el honor de una república disfuncional.
Años más tarde la premisa fue retomada por el periodista Luis Dapelo en su película-blog El Caso Mascherano, que aporta datos plausibles acerca de la inusual capacidad aeróbica del capitán de la albiceleste. Según este periodista investigativo, Mascherano no es simplemente un jugador descollante, sino un organismo modificado, capaz de un rendimiento físico sobrehumano.
El subtexto de estos delirios rioplatenses es que el fútbol ha perdido hace rato la inocencia; es un juego de poder y un mercado donde se mueven recursos simbólicos y financieros que antes monopolizaban la religión y el Estado.
El otro elemento discursivo estratégico del fútbol como gran espectáculo de masas es su capacidad de aunar selección natural y diseño. Un futbolista es un dispositivo que convierte energía bioquímica en fuerza mecánico motriz. El hardware esta compuesto básicamente por un conjunto de fibras que se contraen a nivel molecular (músculos), cuya performance depende no solo de entrenamiento especializado, sino también de una predisposición genética para quemar eficazmente calorías y oxigeno, procesar estímulos visuales y movilizar una pelota calibrada. De estos superhombres depende que naciones enteras se perciban como comunidades viables y respetadas en el concierto mundial.
Por alguna razón los bisnietos y tataranietos de esclavos angoleños nacidos en Brasil serian algo así como el genoma privilegiado, depurado mediante selección natural e ideología nacional. El Brasil de Dunga confirma la metamorfosis de un equipo post-colonial de borrachines y puteros y geniales (Garrincha) a una formación de evangélicos turbo-recargados por el condicionamiento físico y la religión: Kaká que le dedica cada anotación al Señor.
Si yo fuera Piñera y la derecha chilena estudiaría seriamente el genoma de ciertas comunidades clave: San Antonio y Tocopilla, Chupete y Alexis. Ahí esta el futuro de Chile. No en la minería, la acuicultura o las políticas publicas. El futbolista perfecto es la aspiración de toda nación auténticamente moderna.
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¿Ciencia -ficción? ¿Posibilidad de un nuevo desarrollo de la biotecnología? ¿Opio de los pueblos? ¿ Bacanal 2.0? ¿Carnaval idólatra out of season? ¿Desplazamiento de frustraciones?
ResponderEliminarAparte de ser un negocio lucrativo, lo que no está mal en sí, podría ser una gran escuela de superación y desarrollo.