sábado, 19 de junio de 2010

La Fiesta del Fútbol


Hace algún tiempo, cuando aun albergaba ambiciones literarias, imaginé una novela de ciencia ficción post-cambio climático, post-colapso del sistema financiero dolarizado que conocemos. Sin una moneda de referencia mundial, el vacío lo llenan monedas electrónicas administradas por grandes corporaciones, entre ellas la FIFA, que oficia además como una suerte de FMI-Banco Mundial.

En este mundo donde el desplazamiento físico es peligroso y caro (crisis de los combustibles fósiles y terrorismo global), a las personas se les paga por ir al estadio. Los coliseos lucen siempre llenos, pero por cada espectador pagado hay cientos de miles que pagan por ver los partidos desde sus pantallas de TV digital, tanto en los condominios residenciales de jubilados ABC1 como en las aldeas de pescadores del África Ecuatorial. Ambas transacciones, el sueldo de los asistentes y los abonos de los telespectadores, se cancelan en la moneda electrónica de la FIFA, creándose así un gigantesco flujo de caja y una economía desterritorializada y transnacional.

Pero el dinero, el medio de pago, es lo de menos. Lo fundamental es el monopolio semántico del coraje, la virilidad, el trabajo en equipo. La FIFA de hoy y del futuro cuenta con su santoral y sus reliquias sagradas; sus eventos son peregrinaciones catárticas; las camisetas, los goles, los relatos futbolísticos son el único imaginario capaz de resistir a la catástrofe, tal como lo hizo la Iglesia Católica durante las Invasiones Bárbaras.

Este mundial africano creo que marca cierta evolución en el modelo de negocios y en el modelo macro-político de la FIFA. Es significativa la decadencia de equipos nacionales como Francia, Inglaterra y Alemania, modelos socialdemócratas y multiculturales fallidos; la resilencia maquiavélica de la Italia neo-racista o el karma histérico de España.

Esto es menos un problema que una oportundiad porque, siguiendo la metáfora cristiana, la FIFA es ecuménica y universalista. Le interesan todas las almas y no sola la del hombre blanco. Tiene perfectamente claro que su fuente de mano de obra está en el África y Latinoamérica, donde las tasas de natalidad aún son positivas, y que el capital está en Europa Occidental, Corea-Japón, la cleptocracia rusa y ciertos emiratos árabes. Más encima ofrece un modelo migratorio y redistributivo aceptable, que no satura las oficinas de desempleo, que ofrece hermosos modelos de superación personal y de la pobreza, por no hablar de dispositivos mercadotécnicos de una eficacia notable a la hora de transformar el deseo en frustración, y viceversa...

1 comentario:

  1. Se agradece a nuestro Economista el cuadro que tan claramente nos muestra. Su prosa es un regalo de ritmo, color y síntesis.

    ResponderEliminar