lunes, 3 de octubre de 2011

El ultraliberalismo



La palabra ultra (del latín más allá) no despierta demasiada simpatía. Existió un movimiento vanguardista español que se llamó ultraísmo, en el que participaron Borges y en menor medida Huidobro… pero aparte de esto la carga negativa de la palabra es abrumadora: ultraizquierda, ultraconservador, ultraviolento, Non Plus Ultra, lema imperial español reivindicado por el franquismo.

Con lo que está pasando hoy en la economía (caos financiero, desempleo crónico, empobrecimiento de la clase media y degradación ambiental), a los neoliberales se les debiera llamar ultraliberales. Son los que abominan del Estado porque sus autoridades deben medirse cada cierto tiempo en las urnas. Los que defienden una ideología que, como dice Naomi Klein, solo puede aplicarse aprovechándose del pánico, en momentos de caos y desorientación como la dictadura chilena, la guerra de las Malvinas o el huracán Katrina. En otras palabras, leninismo puro: cámbiele dictadura del proletariado por dictadura de los mercados y quedamos igual: un politburó.

En treinta años de imperio ultraliberal el mundo no es la utopía libertaria que predijeron sus padres fundadores, sino un caos de millones de personas ultraendeudas, sin seguro médico, estudiantes que no podrán pagar sus préstamos con un mercado que ya no crea empleos, consumidores enajenados por el abuso sistemático de la banca y el retail, jubilados que les espera una vejez pobre. Los ultraliberales son sujetos como Hernán Büchi y su claque, que hoy piden bajar los impuestos, o los que en otras latitudes pronuncian joyas como:

La crisis actual es culpa del exceso de gasto público.

¿Para qué tener seguridad social si tenemos Groupon?

El cambio climático es un invento.

El cambio climático es bueno porque la gente pasa menos frío.

Una caricatura reciente del diario El País lo resume con crudeza las disyuntivas políticas de los países devastados como España: los tontos están por irse, ahora vienen los malos. Liberal era Keynes, un genio. Liberales fueron la Concertación chilena (QEPD), Zapatero, Tony Blair y Gordon Brown: tontos. Malos son Dick Chenney (el verdadero presidente durante el gobierno del pelmazo), Aznar, Rajoy y el Tea Party. Una amalgama pavorosa de ultraliberales y ultraconservadores. El non plus ultra, vamos.

2 comentarios:

  1. Muy optimista!!! Ojala fuesen malos, Chenney padece de la tontera de creer que siempre se saldrá con la suya y nadie ha tenido tanta suerte en la historia. Siempre hay un precio que pagar. En la situación actual, todos somos tontos en el sentido que no sabemos cuáles, de entre nuestras propias decisiones, serán las que nos beneficiarán, tal es la complejidad de variables que nos acosan. Ahora, claro, lo pelmazo de Bush y Chenney consiste en que creen saber qué es bueno para ellos, pero las neuronas no les alcanzan para ser malos, para eso hay que tener proyecto medianamente coherente. Tal vez la inteligencia ahora apenas consiste en reconocer la propia indigencia intelectual, todo es opereta...

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  2. Jajaja, tal vez los sobredimensiono, o me dejo impresoinar por la narrativa de la eficacia con que destruyeron un país y luego se asignaron a ellos mismos platas fiscales para reconstruirlo... Pero sí, concuerdo que al final se cocinaron en sus propios jugos...

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