domingo, 15 de enero de 2012

La Nana



La comuna de Chicureo es hoy el epicentro de la lucha de clases en Chile. Curiosa postal del sistema económico vigente, de sus relatos inmobiliarios, sus estrategias territoriales y sus representaciones de lo otro. La imagen de una mujer joven, justificando en televisión normas que recuerdan el apartheid sudafricano ha dejado a muchas almas sensibles “marcando ocupado”. La cercanía entre un niño de esta nueva burguesía y un jardinero es un foco de riesgo inaceptable para esta madre, catalogada por sus detractores en las redes sociales como “aspiracional”. Nada más distinto entre ella y la madre encarnada por Claudia Celedón en la película de Sebastián Silva. Aquella madre es, aparentemente, una trabajadora social UC conectada a la doctrina social de la iglesia. Y la familia vive en Providencia, que fue el equivalente a Chicureo hace 100 años.

Como relato de marketing, un condominio suburbano es antes que nada una utopía, una arcadia que ampara a la familia de la violencia y la sordidez de la ciudad. De cada metro cuadrado nacen flujos financieros claves para el sistema. La capacidad de pago opera como vehículo de ascensión y legitimidad para jóvenes profesionales y emprendedores. Los hijos crecerán lejos de la depravación, en colegios ad hoc; las madres pueden entregarse al paisajismo, la gimnasia y el desarrollo personal. Los sistemas de seguridad y vigilancia son una barrera sicológica y los sentidos se terminan de fraguar en un centro comercial.

Pero existe un detalle terco e irreductible en el relato. El pasto hay que cortarlo, las tuberías, las piscinas y los sistemas eléctricos requieren mantención; las alfombras deben ser aspiradas y las ollas pulidas. Más aún, el territorio debe ser poblado y edificado desde sus cimientos, lo que fatalmente implica la contratación de personal de tez oscura. Son peruanos y mapuches en Chicureo, salvadoreños y mexicanos en Los Ángeles, bolivianos en Buenos Aires, filipinos y ecuatorianos en Madrid.

Cuenta la leyenda que Calvin Coolidge, el trigésimo ocupante de la Casa Blanca, odiaba la visión del personal de servicio. A este presidente parco y austero le incomodaba ver jardineros, mucamas, mujeres con toca y plumero en los salones y pasillos de la sede de gobierno. Dice la misma leyenda que el personal tenía sistemas para comunicarse la cercanía de Coolidge para desaparecer de su vista. El aseo y el orden de la Casa Blanca pasaron a ser obra de fantasmas que se escondían detrás de los pilares apenas el presidente ponía un pie en las inmediaciones.

Chicureo sería entonces el espacio donde las fantasías de José Donoso sobre las relaciones amo-sirviente adquieren velocidad y tono posmoderno. El viejo paternalismo aristocrático ha sido sustituido por relaciones contractuales semidesreguladas. No es solo cuestión de arribismo y horror al origen, sino también de terror a la historia, que regresa y amenaza el paisaje idílico.

¿A cuánto asciende el PIB de las nanas, un componente del sector “servicios personales, sociales y comunales”? Un misterio que los economistas sitémicos han pasado por alto. Según las estadísticas del INE, 359.160 personas están clasificadas como “personal de servicio”. Una de ellas es la nana de Inés Pérez, la ingenua madre de gimnasio diario, que ha levantado el tupido velo.

2 comentarios:

  1. Es la pesadilla de las u/dis topía, pareciera que somos incapaces de vivir sin la ilusión del edén. Si no pudimos con el comunitarismo, el socialismo, el ultrismo liberal, bueno, bienvenidos sean los condominios, versión sudaca de los asentamientos israelíes con blindaje antidelincuencia, antiterrorismo etc. Ahora, todos fuimos alguna vez Chicureo, excelente observación!!!

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    1. Bueno, son comportamientos dentro de una cruva normal que s emueve. Ahora resulta que la frase de la chica fue sacada de contexto y nos es una bruta total... y el empleador de la nana que sale en la nota de UCV TV tampoco es un vaca... ¿pero serán las puntas de la curva?

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