jueves, 5 de abril de 2012

Boda de Locas




En vísperas del Mundial de 1962, un grupo de homosexuales de Valparaíso y Viña del Mar organizaron una fiesta. Alguien los denunció, llegó la policía y el hecho fue descrito en el chileno vernáculo de la época por Clarín, el diario populista de Darío Saint Marie, bajo el título de “BODA DE LOCAS EN EL PUERTO”.

Lo curioso es que la humorada dio lugar a una investigación judicial, el nombramiento de un ministro en visita (el equivalente al ministerio público de hoy), la dictación de órdenes de detención… Y el diario de Saint Marie festinó durante días con los rumores acerca de la condición socioeconómica de “las locas”, alimentando simultáneamente el morbo populista y homofóbico.

Hubo un tiempo en que sucedían estas cosas en Chile. Hubo un tiempo, anterior incluso, en que las mujeres no tenían los mismos derechos que los hombres. Hubo un tiempo, más remoto aún, en que los judíos no podían ejercer ciertas profesiones en el imperio austrohúngaro (o entrar siquiera a España). Hubo un tiempo en que la sodomía era un delito castigado con pena capital, como la que se aplicó al obispo irlandés John Atherton (en la imagen).

“Todos los animales son iguales, pero hay animales más iguales que otros”. La frase de Orwell sigue vigente, en el caso de los homosexuales. Varios parlamentarios que se oponen a la ley antidiscriminación se escudan detrás del artículo 19-2 de la constitución chilena, que “ya establece la igualdad ante la ley”. El mismo argumento lo retoma el abogado conservador Álvaro Ferrer en La Tercera. Y saben que no es cierto, que hay animales más iguales que otros. Los más iguales entre todos los animales, en países como Chile, siguen siendo los varones heterosexuales.

Un homosexual, por el contrario, no puede celebrar un contrato de tuición de un menor de edad, aun siendo su hijo. Ni un contrato de vida en común, con derechos y deberes recíprocos. En la práctica, el legislador los deja fuera del famoso artículo 19-2.

Hubo un tiempo en que el contrato matrimonial ritualizado de la iglesia era el único válido. Un tiempo en que los servicios de salud y educación eran competencia exclusiva de la iglesia, que monopolizaba además los registros de nacimiento, matrimonio y muerte: el ciclo completo de la vida. Nacieron los Estados modernos y este monopolio dejó de existir. Los judíos pudieron ejercer contratos, las mujeres algunos, y la vida se secularizó. O parte de ella. Porque sigue existiendo una fracción importante fuera de la órbita del constitucionalismo, regida aún por relatos tradicionalistas para los cuales el matrimonio es una institución autónoma de la historia, independiente al devenir de las subjetividades e inmune al debate democrático. Las locas ya no van presas por hacer fiestas, pero son menos iguales que los otros animales.

1 comentario:

  1. Hubo un tiempo en que se penalizaba la homosexualidad, porque se la leía como un sabotaje a la perpetuación de la especie, la cual vivía en permanente peligro ante la ausencia de medicina efectiva. Luego llegaron los antibióticos, antivirales, tratamientos para el cáncer cada vez más exitosos. Entonces la especie dejó de estar en peligro, es más, la especie hizo peligrar a los demás animales y plantas citadinas de esté planeta. Creo que estamos en el punto en que la homosexualidad podría comenzar a ser entendida como una opción virtuosa, pues reduce la tasa de natalidad y resta un par de toneladas de CO2 (menos pañales, menos transporte a escuelas y jardines infantiles). No sería raro que, de aquí a algunas décadas, los heterosexuales con hijos comenzaremos a ser "menos iguales" que homosexuales y mujeres trabajólicas sin hijos. Crearemos entonces el Movimiento de liberación de machos decadentes(MLMD), poco antes de que nos pongan la lápida definitiva. RIP

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