jueves, 16 de abril de 2009

Activo Tóxico













Un bloggero con quien comparto oficina (Juan Emar) me preguntaba el significado de este término que circula urbi et orbi. Activo tóxico: bonita palabra para la estación terminal del capitalismo financiero tal como lo conocemos.

Un activo es una promesa. Necesito dinero, cash, ahora, y para ello (empresa o persona) firmo un documento. Pagaré, letra, bono según el caso. El que acepta el documento me adelanta el dinero y se queda con el derecho de cobrarme. Para él es un activo, para mí un pasivo. Pero antes de que el documento venza (madure, dicen los operadores) puede a su vez venderlo o endosarlo. Esa es la gracia de los activos: que mi acreedor los pueden vender. A qué precio, dependerá de mi credibilidad, y del sentimiento general acerca del futuro.
Cuando todas las empresas y las personas, o una masa crítica de ellas, hacen cosas sensatas con el dinero que recaudan asumiendo pasivos, la economía crece y los activos suben de valor. Al que me debe le está yendo bien, por ello puedo vender el bono o la acción a buen precio, por eso los activos se transan en mercados. El mundo tal como lo conocemos descansa en el fino equilibrio entre los activos de algunos y los pasivos de la mayoría.
Por eso la aparición del activo tóxico es una catástrofe. Es un activo que no se puede vender, porque nadie lo quiere. Es un pasivo de alguien (de muchos) tan jodido(s) que mejor olvidarse del asunto. Pero su carácter tóxico radica en que muchos le creyeron en algún minuto. Hipotecas. Bienes raíces. Se juntaba un préstamo con otro, y se formaba un paquete que se vendía en el mercado de activos. Somos los Estados Unidos de América, tenemos el dólar, plata no nos va a faltar nunca, era la premisa para que el suelo norteamericano se revalorizara para siempre. Pero todo sistema tiene su límite y este ya llegó al suyo. Llevaba ya dos décadas inventando nuevos activos: acciones tecnológicas, biotecnológicas, de países emergentes. Ya no quedaban conejos en el sombrero y se inventaron las hipotecas-basura, préstamos hipotecarios tan mulas que sólo juntándolos de a varios (para abultar el balance) podían valer algo.
El activo tóxico mina la confianza global en el sistema, en todos los demás activos. Es un agente de contagio del pesimismo, pues lo que estaba puro a su alrededor se contamina y marchita. Bancos, aseguradoras automotrices, retail, you name it.

No sé si será lo más dramático de la crisis, pero el número de activos creció tanto en las últimas dos décadas, que hizo falta todo un sector demográfico para administrarlos. Claro, son los operadores de activos, y como éstos ya valen apenas una fracción que antes de la crisis, muchos son redundantes. Como los obreros metalúrgicos o del carbón de antaño. Cesantes ABC1, que deben empeñar sus rólex, cancelar las vacaciones en Isla de Pascua y prescindir de los servicios del paseador de perros.

2 comentarios:

  1. Gracias por tan didáctica aclaración.

    Lo que más me queda claro en tu disección de esta crisis, es la hipócrita capacidad de los economistas "serios" para inventar palabras bonitas y adornar lo feo.

    Son la versión sofisticada(?)del vendedor de micro.

    saludos

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  2. Por eso hay que escuchar a los "no serios", los que llenan los huecos del modelo con historia, literatura, sociología, biología incluso. Me atrevería a decir que, con la crisis, esa nueva "economía política" tiene una buena oportunidad de constituirse "epistemológicamente"...

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