jueves, 9 de abril de 2009

La Cultura en Crisis
















Me sumo, modestamente desde mi trinchera económico-marginal, al debate suscitado en torno a la política cultural de un eventual gobierno de Piñera. Mi amigo Andrés la recoge brillantemente en su blog http://citizenalmeida.blogspot.com/.
Viene al caso pues los primeras muestras de financiamiento estatal de la cultura nacieron, precisamente, con la Gran Depresión. Fue el gobierno de Roosevelt, en el contexto de su política de rescate económico, el que creó los primeros fondos federales para artistas visuales, dramaturgos y escritores. En el Federal Art Project de los años 35-43 hicieron sus primeras armas artistas de la talla de Mark Rotko, Jackson Pollock y su futura esposa y manager, Lee Krasner. Como si no bastara con incubar al expresionismo abstacto en pintura, el Federal Theatre Project financió a una nueva generación de dramaturgos de la talla de Orson Welles, Arthur Miller, Elia Kazan y Joseph Losey. Legendaria fue la producción de Macbeth de Welles, con actores negros de un taller de Harlem. Aquí, señores, se hablaba de fascismo, racismo y género cuando estos temas apenas se vislumbraban. El tono de las obras era demasiado izquierdista para algunos miembros del congreso, y el programa fue cortado en 1939.
Pero el paso más decisivo lo dio Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, con la creación del British Arts Council. A diferencia de los fondos norteamericanos, de corta existencia, los ingleses crearon una institucionalidad que existe hasta hoy. Y el responsable de ello fue nada menos que John Maynard Keynes, el economista cuyas doctrinas sacaron al mundo de la Depresión. Que el fisco gaste para compensar el bajón. Y mucho. En Ciencia, en Salud y en Cultura. Keynes era, aparte de homosexual y millonario, miembro del grupo de escritores Bloomsbury, amigo de Virginia Woolf, y un amante de la ópera. Cuesta imaginar a un economista chileno con semejante perfil... Uno que diga: ¿El Royalty? 15 para cultura y en veinte años la armamos.
En Francia, país que se precia de una tradición cultural, el Ministerio de Cultura data recién de1959, y fue creado por De Gaulle a instancias de su gran asesor cultural, André Malraux.
¿Qué puede pasar en un país donde el Estado asume proveer bienes públicos de semejante calado en materia cultural? Primero, gana en respeto, nacional y sobre todo internacional. Llegar a un país con buenas políticas culturales es llegar a un país entretenido. Y eso se paga con o sin crisis. Ciudades donde hay cuento, obras de teatro, música y artes visuales de calidad, espectáculos y oralidades urbanas potentes.
Segundo, una política cultural seria crea una economía de la cultura, tan validada y relevante en el PIB como la pesca, la agricultura o la industria hotelera. El que haya estado en Avignon o en Edimburgo durante sus respectivos festivales sabrá a lo que me refiero. O en Cartagena de Indias. Huevadas serias, como diría Marcelo Mellado.
No soy de los que piensan que la Concertación lo haya hecho suuuuper bien en materia de cultura. Todavía no veo al Pollock o al Orson Welles chileno. Todavía no veo al Alexis Sánchez de la neoplástica escritural chilena. Pero entregar estas decisiones a la galería no es simplemente torpe y tonto, es criminal. Es la típica ceguera de los nuevos ricos, que no son capaces de reconocer que la verdadera riqueza de un país está en su historia y en sus discursos. No en el rolex. Mal por Piñera, considerando que del otro lado no hay nada.

2 comentarios:

  1. ... buena columna. Se puede discutir sobre la necesidad o no de institucionalizar la cultura (al modelo British Council), sobre si asegurar libertad de contenidos y las fuentes de financiamiento (liberalizar la gestión, subsidiando la creación) ... en que medida promover individuos (artistas particulares), y en que medida crear estructuras que permitan la difusión, discusión, conocimiento, crítica y desarrollo de las diversas actividades culturales ... galerias, festivales, circuitos, museos, academias, becas, pasantias, intercambios, publicaciones, exposiciones, etc.

    Más allá de todo ello, y de las "mediciones" de resultado, sobre la calidad de nuestros artistas, lo importante es "armar" una política, a partir de ciertos principios, sobre el tipo de sociedad que se está construyendo, y rol de la cultura en ella ... ¿cultura para qué?, y ¿para quien? ...

    Me gusta sobre todo la frase final, "considerando que del otro lado no hay nada", nada más que el miedo a perder la "concesión de la administración del estado", podría decir.

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  2. Justo hablaba con Andrés de este post. Hace un tiempo, y también a raíz de lo que escribió Andrés en su blog, se me ocurrió comentar acerca del Federal Arts Project de Roosevelt. Recientemente vi en un museo de Washington una exposición de cuadros creados al alero del proyecto, la mayoría de artistas de clase trabajadora (un tema recurrente era el obrero y la fábrica) así como inmigrantes de Europa del Este que me imagino jamás habrían podido desarrollar su trabajo sin esta ayuda.

    En la misma época también hubo un Federal Writers Project en que autores como John Cheever y Nelson Algren se vieron beneficiados. En Oklahoma, el director del proyecto era uno de mis escritores favoritos: Jim Thompson. No sé si en esa época se les habrá acusado de "apitutados", pero varias décadas después agradezco poder disfrutar sus libros y que, apernados o no, hayan recibido ese empujoncito del gobierno.

    Estos programas tuvieron corta vida, pero aún hay agencias gubernamentales como el National Endowment for the Humanities y el National Endowment for the Arts que subsidian a artistas. EEUU es un país al que muchos de los que creen que el Fondart debiera ser por votación popular miran como ejemplo. Tal vez se podrían fijar en este tipo de cosas cuando miran para el norte.

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