viernes, 2 de septiembre de 2011
Armagedón demográfica
Es simple: los economistas adquirieron un poder desmedido en la sociedad y se apoderaron de la política. En vez de ser los técnicos encargados de traducir las decisiones soberanas de una democracia en políticas públicas viables (desde el punto de vista financiero y macroeconómico), los economistas neoclásicos pasaron a ser los defensores, lo cancerberos de una supuesta racionalidad incontrovertible y absoluta, que dice como Moisés en el Sinaí: la solidaridad no tiene valor económico, la justicia intertemporal es una construcción poética y los bienes públicos deben ser administrados como privados.
Recuérdelo cada vez que usted ve a un twittero diciendo barbaridades con faltas de ortografía, cada vez que usted escucha a un economista diciendo un sofisma con olor a cátedra religiosa o a un diputado dando vergüenza ajena. Cada vez que nos enteramos de una nueva estadística que confirma que Chile no tiene otra fuente seria de ingresos que una materia prima no renovable.
En nuestro país nos dicen, desde la derecha, que el lucro en educación es una señal adecuada para expandir la cobertura del sistema primario y secundario. Por centroizquierda nos dicen que la gratuidad del sistema es regresiva (ojo que no dicen que sea inviable). Regresiva es, pero en el actual esquema tributario fundamentado en el IVA.
Pero hay un pequeño detalle que ni la izquierda ni la derecha binominal asignan la menor importancia, el más mínimo análisis: la evolución demográfica del país. Ni Bitrán, ni Brunner, ni Ramos, ni Libertad y Desarrollo lo consideran. Como si la población chilena estuviese detenida en el tiempo, per secula seculorum, en su distribución actual. A mí me vendieron la economía como una ciencia social, y a la hora de hablar de educación estos adláteres del saber no consideran la variable social más importante de todas: la población.
Chile está viviendo un dividendo demográfico: las tasas de mortalidad y de natalidad han caído de manera simultánea, alterando la distribución de las franjas de edad de manera irreversible. La población dependiente (menores de edad y jubilados) es menor que la económicamente activa. Es lo que le pasó a Corea en los años 60 y Finlandia en los 50: la matrícula de la educación básica cayó, permitiendo al Estado asignar recursos para mejorar la calidad de la educación en el nivel universitario. Hoy Corea es una potencia económica, y con Finlandia campean en todos los indicadores de rendimiento escolar, producción científica e innovación tecnológica. Transformaron sus ventajas comparativas estáticas (recursos naturales) en dinámicas (conocimiento).
Pero ojo, que el dividendo demográfico es acotado. Pasado un umbral, la población de jubilados aumenta y la población económicamente activa tiene que sostenerla. Nuestro flamante sistema previsional privado no será capaz de financiar integralmente la vejez precaria, y ni hablar de las enfermedades degenerativas, el Alzheimer, la obesidad, la diabetes producida por décadas de vida urbana sedentaria y alimentación rica en sodio y grasas saturadas. Ni en los sueños húmedos de José Piñera hay solución para esto.
Cuando la tasa de dependencia aumente de manera irreversible (cantidad de viejos por cada trabajador), cuando Chile esté saturado de profesionales cesantes, improductivos, frustrados y endeudados, y de ancianos con jubilaciones insuficientes, se habrá producido la tormenta perfecta. El punto de no retorno. El colapso.
El momento transformar radicalmente la educación es ahora. No mañana ni pasado. Hoy. Con reforma tributaria que grave las rentas altas. Y no las del quintil superior, que incluyen a la clase media precaria, sino del décimo decil. Las que se acogen a crédito fiscal cuando las empresas que controlan distribuyen utilidades. Grandes bancos, cadenas de retail, constructoras, mineras privadas, aseguradoras. Las empresas del IPSA, las fortunas Forbes (incluyendo al presidente).
Inscríbase, vote informado, exija respuestas, lea la letra chica y aprenda a detectar los sofismas. No se deje engañar. Obligue a los economistas a proponer salidas razonables a una crisis incubada por ellos mismos. No les delegue el poder. Aprenda su lenguaje y a detectar cuando le están vendiendo la pescada. Será un ciudadano más libre. Se habrá ganado el futuro. Y cuando le toque jubilarse lo recordará.
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Fuimos capitanía general, "tierra de guerra", como dice A Uribe, después fuimos caserío que rodea a la hacienda, luego campamento salitrero, ahora campamento cuprífero. ¿Será que la receta de Chicago aplicó el más cínico y doloroso realismo y que la justicia intertemporal es para los Estados-Nación y no para quienes apenas creen serlo? ¿Chile república? ¿Chile campamento militar-productivo? ¿qué diablo somos?
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